Por: Waili Gamboa.
Y me senté en el costado derecho de la cama a las 6 de la tarde, mientras mi mamá me leía con lágrimas en los ojos, pedacitos de un libro, escrito por Pedro Salas llamado Bogotá historia común que contaba la historia de la invasión de Barrio Policarpa.
Me enteré que en nuestro país el 80% de los barrios populares son el producto de invasiones, ¿invasiones? ¿Será ese el nombre apropiado? Yo diría mejor: ocupación de personas sin vivienda de terrenos desocupados.
Hoy, conocí la historia de un barrio, que con una excelente organización, con apoyo de mujeres, hombres y niños y con una gran valentía digna de héroes, lucharon por el derecho a tener un techo para sus hijos.
Conocí una historia de resistencia, de como soportaron los habitantes del Policarpa los diferentes mecanismos del gobierno para desalojarlos, ejemplos, como mandar a unas monjas para organizar una cooperativa que los convenciera de salir voluntariamente , ganándose la confianza de la “plaga” (como se refería la madre superiora a los habitantes de barrio); O encerrarlos como a un ganado rodeándolos en muros, o mandándoles mercados, donde la gente, aún en medio la pobreza tenía el valor de negarse a recibirlos; O mandándoles la policía para que los molestara permanentemente y crear la masacre del 8 de Abril, donde hombres, mujeres y niños fueron asesinados por la policía.
La historia del barrio Policarpa es una historia corta de un barrio aislado, la historia de un pequeño espacio geográfico, la historia que ojala Colombia algún día pueda igualar, la historia del barrio Policarpa ante todo, es una historia de unión y dignidad.
Las lágrimas de mi mamá expresan su tristeza por la manera como son tratados los pobres en el
país, pero también pude ver su sonrisa, porque al final, los pobres ganaron.
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