jueves, 26 de agosto de 2021

Conversatorio en línea: ¿Hay Palos en las ruedas? Proyectos productivos y economías solidarias en el camino se la implementación del Acuerdo de paz en Colombia. -Contexto y perspectivas-

Hace unas semanas estuve con la Red de Colombianos por la Paz acompañando en la moderación de este espacio en el que hablamos sobre proyectos productivos y economias solidarias, aproposito de lo que ocurrió con una de las cervezas producida por ex integrantes de las FARC y victimas del conflicto. (Contexto: https://twitter.com/AlvaroOrjuelaG2/status/1418732595752357893?s=19)

¿Hay Palos en las ruedas? Proyectos productivos y economías solidarias en el camino se la implementación del Acuerdo de paz en Colombia. -Contexto y perspectivas-: https://www.facebook.com/RedColombianosPorLaPaz/videos/808846229830703/ 



viernes, 16 de octubre de 2020

Acumulación por desposesión: Caso de la hacienda Bellacruz en el Cesar desde 1970 hasta la actualidad.

El caso de la hacienda Bellacruz no es tan distinto a las otras historias de despojo, que entremezclan distintos elementos como: paramilitares, agro-industria, ganadería extensiva y clase política regional. Este caso aporta bases para afirmar que lo que surgía a comienzos de la década de los 90 del pasado siglo, como estrategia paramilitar a nivel nacional, era un proyecto ligado a los territorios y al despliegue del capital y no solamente a la eliminación de la “oposición política”. Bellacruz es una realidad que encarna la larga duración del conflicto por la tierra en Colombia, en la que se conjuga la relación entre terratenientes, paramilitarismo (en todas sus versiones) y poder político; de sus lecciones también aprendemos que las “reformas” que se han implementado son incipientes.

Tesis para optar por el título de Historiadora en la Universidad Externado de Colombia en el Área de Conflicto y Dinámica Social. Bogotá. Mayo, 2018.


jueves, 8 de octubre de 2020

Foro de Experiencias: América Latina, Sociedad Rural y Pospandemia.

Del 11 al 15 de agosto del 2020 se realizó en el facebook de la Corporación Latinoamericana Misión Rural  se realizó el «Foro de experiencias América Latina, Sociedad Rural y Pospandemia», una oportunidad para resignificar lo rural ante la crisis, tejer nuevas conexiones con lo urbano, repensar las formas de vida en la tierra y crear redes de apoyo para superar las aflicciones que la pandemia del covid-19 trajo consigo. 

Su objetivo era recoger visiones alternativas al «paradigma dominante» que nos conduzcan, como colectivo, a adoptar modelos de vida más justos y sostenibles en toda América Latina. 

Esta iniciativa, es la continuación de un primer encuentro realizado en el mes de mayo, el cual fue un espacio de diálogo y debate sobre las dinámicas propias de los territorios rurales en Colombia, que dejó reflexiones muy poderosas sobre la necesidad de conectar experiencias en pro del desarrollo de las comunidades rurales, la transformación de medios de producción y dinámicas de consumo. (Pueden ver las charlas de esa primer versión aquí)

En el foro conocimos diversas experiencias familiares, locales, asociativas y regionales de innovación social, ambiental, culturales y productivas, que han emergido o se han potenciado a lo largo del continente para resistir o reaccionar a la crisis, en los siguientes temas: 

Los logros y obstáculos de cada una de estas experiencias merecen ser escuchados, en tanto son una forma de expresión de la cosmovisión de la sociedad rural, de sus pueblos originarios, afroamericanos y campesinos, que representa un inmenso valor. 

miércoles, 3 de junio de 2020

Experiencia de los árboles del miedo en el Uy festival (Facebook live)



El árbol del miedo es una apuesta performatica del Uy Festival, un festival que aborda la categoria del miedo desde aristas políticas, sociales y culturales. 

El árbol del miedo  lo hemos usado  para recoger los miedos de las personas en diversas zonas de Bogotá, lo hemos intentando convertir en un instrumento de recolección para la elaboración de una cartografía del miedo. En este live realizado en la página de Mision Rural, Guillermo Solarte Lindo, (director del Uy festival) y Waili Tatiana Gamboa Martínez (productora del festival desde el año 2019) hablan sobre la experiencia del árbol del miedo.

Ver: Experiencia de los árboles del miedo en el Uy festival (Facebook live)

viernes, 9 de febrero de 2018

“TODOS NOSOTROS”: HABITANTES DE UNA BOGOTA DIVERSA


Por: Diana Martínez

El título … “TODOS  NOSOTROS”:  HABITANTES DE UNA BOGOTA DIVERSA  orienta una propuesta interdisciplinaria de estudios culturales, cuyo impacto esperado es el autoconocimiento y el reconocimiento por parte  de los actores y de los otros,  de identidades en la ciudad de Bogota, asumiendo esta ultima,  como una ciudad que alberga múltiples culturas que conviven.

América Latina y de manera especial,  los países andinos --Chile, Bolivia, Perú, Ecuador, venezuela y Colombia--, son países multiculturales en su historia, multiculturalismo que desgraciadamente no se ha tenido lo suficientemente en cuenta. Las mayorías indígenas por ejemplo en Bolivia, han participado en la historia como “minorías”. En Colombia, sólo la Constitución Política del 1991 reconoce el carácter pluriétnico y multicultural, constitutivo de la nacionalidad colombiana. La marginalidad étnica en la economía y en la educación ha agravado el status de las etnias minoritarias que unidas podrían constituir una gran mayoría. De hecho la ley 70 de 1993 y el Decreto 1122 de 1998[1] fortalecen  la multiculturalidad institucional. Pero la multiculturalidad se institucionaliza no sólo con el reconocimiento pleno de los pueblos étnicos marginados sino con la toma de conciencia de todos los grupos como auto-estima creativa de sus propios valores y conocimiento, así como de la comprensión y respeto de los valores culturales de los otros grupos.

Para el caso de Bogota, y en este sentido,  toman relevancia, los diversos grupos indígenas, los afro-colombianos, los  Rom - Gitanos,  los Raizales (de la isla de san Andrés y Providencia) y  los grupos mulatos, zambos, mestizos y  blancos marginados provenientes de las diversas regiones del país y que se agrupan en condición de grupos de culturas regionales en la ciudad;  Parece pertinente,  hacer la aclaración de que las definiciones  de  identidad y de cultura no pueden  lograrse solo desde una perspectiva teórica.  Es de anotar que  los grandes aportes, seguramente más definidos y múltiples, se han logrado desde la sociología, la antropología y la geo-historia[2], este documento pretende hacer una aproximación a los conceptos que le permita avanzar sin mayores pretensiones teórico- conceptúales.

La identidad[3] no es un bien u objeto material, corpóreo, tangible sino un aparato mental, una construcción simbólica a partir de la cual los miembros de un país, región, subregión o etnia establecen los límites de su pertenencia cultural y obtienen un sentido de  reconocimiento social frente a otras colectividades.  Cada miembro de una comunidad o etnia tiene sus propios elementos individuales que lo hacen distinto de sus congéneres pero colectivamente todos se ponen de acuerdo, de un modo tácito, en lo que siendo comunes a ellos los hace diferentes a otros grupos. La identidad, así, se define principalmente por el capital cultural, social y simbólico más que por el económico.  La identidad es el reino de la igualdad a nivel interno y de la diferencia y la distinción frente a otros grupos. Los hombres, sociales en esencia, nos movemos entre dos fuerzas culturales que son la identidad y la diferencia, conceptos  mentales que parten del yo y el otro.

Al individuo le urge sentirse idéntico a otros miembros, esto le da la seguridad, la fuerza y el poder del grupo, pero al mismo tiempo, el  grupo, necesita sentirse diferentes frente a otros conglomerados.

Respecto a la cultura, son innumerables los intentos de definición conceptual.  Sin embargo, no hay alguno del que se pueda decir que es absolutamente acabado; todos quedan cortos respecto a las distintas manifestaciones del comportamiento social y sus constantes  transformaciones y, ante  los diversos enfoques teóricos que incorporan nuevas perspectivas a la noción cultural.

Ralph Linton, para citar un ejemplo,  decía que la cultura era la “herencia social del hombre”[4], así recalcaba la esencia social del objeto de estudio.  No se trata de actitudes individuales o conductas que no tienen trascendencia más allá de un individuo o de una familia.  Tienen que ser comportamientos producto de una comunidad que trascienda la particularidad individual.  Solo que podemos considerar efectivamente que hay actitudes personales que tienen la potencialidad de ser culturales si se acogen a las circunstancias y condiciones especificas y temporales de la colectividad.  Ahora, la noción de Linton solo relaciona al conocimiento social con la tradición, con lo acumulado generación tras generación y deja de lado los patrones culturales aprendidos esporádicamente y las acciones ocurridas contemporáneamente con los actores sociales.    Es así que puede establecerse que no tiene la misma carta de presentación cultural lo que las personas aprenden o inventan sin necesidad de que medie una tradición o una generación anterior. Por ejemplo, el uso masivo del Internet,   no alcanza a ser hoy una tradición  cultural de nuestra sociedad, sin embargo, es una institución tan sociocultural como lo acumulado tradicionalmente.

Entonces, puede decirse que la cultura se refiere a “conductas, actitudes y pensamientos aprendidos en la sociedad, ya sea a través de las tradiciones o a partir de las innovaciones contemporáneas (…) a todas luces la cultura sobresale por su diversidad: patrones económicos, pautas religiosas, normas de parentesco, cuidados del cuerpo, idiomas, alimentación, todos y muchos mas se exhiben como diferentes no solo a través del espacio, sino también del tiempo.  Una combinación de razones histórico – sociales, geográficas y en menor medida genéticas es la responsable de esa gran variedad.”[5]

Pero todos estos patrones de comportamiento aprendidos y variables de un grupo a otro, también cambian en el tiempo. Y aunque se pueden transformar por razones internas, como por ejemplo, fatiga de alguna institución que se vuelve inoperante ante nuevas circunstancias, o inconformismo de un sector social, o los mismos inventos y descubrimientos, -tan frecuentes entre nosotros-lo cierto es que ha sido por influencias externas, que las sociedades se han modificado  en el pasado y en la actualidad.  Fenómenos como la aculturación y la reindianizacion[6] son evidencia de que la cultura no es inmutable.

 A este documento en particular, le ocupan dos tipos de conglomerados residentes en la ciudad de Bogota: los grupos regionales (los grupos provenientes de las distintas regiones del país)  y los grupos étnicos. (Indígenas, room – gitanos, raizales, afrocolombianos)

Bautizar a unos como grupos regionales  y a otros como grupos étnicos no es gratuito por supuesto, es así, que a continuación se propone una precisión… 

Al consultar las fuentes existentes sobre el tema, es posible encontrarse además con el concepto de nación, de manera tal que corresponde ahora, precisar: ¿son los indígenas, los gitanos, los raizales y los afrocolombianos un pueblo, una nación, o una etnia? Y en caso de que sean esto ultimo, ¿que les diferencia de los que hemos dado en llamar grupos  regionales?

El sentido y alcance de los términos, pueblo, nación o etnia a sufrido innumerables variaciones en su interpretación en su transcurrir histórico, resulta interesante observar como durante la colonia, pueblo designa, al igual que España un grupo humano radicado en un paisaje, de cierta notoria población, que realiza distintas actividades económicas en su vecindad inmediata.  En esta misma época, los grupos etno-culturales no pueden ser designados como pueblos sino como naciones, son estas naciones las que engloban en si numerosos pueblos…[7]

La palabra nación,  que ya adquirió un sentido de estado nacional independiente, todavía posee aunque bastante aletargada, la acepción antropológica que sirve a nuestro propósito, la palabra pueblo la deja de lado de modo francamente inexplicable, porque basta un somero análisis de las definiciones  que trae el diccionario, para que veamos que la referencia inmediata es la localidad geográfica, o a lo mas,  un conjunto de personas de una región o país, nada aquí que nos indique identificación con un conjunto de costumbres en un territorio dado que se posee desde tiempos inmemorables. Este solo hecho hará del término pueblo una definición poco adecuada para nuestro propósito.

Existe entonces una salida a la dificultad: el uso del concepto etnia en el que intervienen los siguientes elementos distintivos[8]:

a)    un origen racial común
b)    una lengua común, cualquiera que sea el estado de perdida o de decadencia en la que se encuentre
c)    expresiones culturales comunes, compartidas por la mayor parte de la comunidad
d)    un territorio que usan en común
e)    una autoconciencia de su ser propio, esto es, autoconciencia de su identidad como “pueblo” auto identificación étnico – cultural
f)     una tendencia aun perceptible a la endogamia étnica,
g)    la conservación de algunas expresiones artísticas y artesanales propias de la etnia.

En conclusión, en vista de las dificultades que ofrecen los términos nación y pueblo, parece ser que el término etnia resulta ser el más apropiado, este término es de uso consagrado en la literatura especializada y por la más reciente edición de la lengua española que reza:
Comunidad humana definida por afinidades raciales, lingüísticas, culturales, etc.”[9]

O la definición de encarta…

“Etnia (del griego ethnos, ‘pueblo’), en antropología, unidad tradicional de conciencia de grupo que se diferencia de otros por compartir lazos comunes de nacionalidad, territorio, cultura, valores, raza o tradición histórica. La etnia no constituye una unidad estática, por lo que sus características pueden variar a lo largo del tiempo. El incremento de la población puede generar su desplazamiento, separación o transformación, al sufrir el contacto con otros grupos étnicos.”[10]

Es así, que la definición anterior se ajusta de manera conveniente para definir a los grupos de indígenas, gitanos y raizales residentes en la ciudad de Bogota, pero existe aun una dificultad respecto a los afrocolombianos: ¿todos ellos tienen conciencia de grupo,  que se diferencia de otros por compartir lazos comunes de nacionalidad, territorio, cultura, valores, raza o tradición histórica? Es decir  ¿son una unidad tradicional de conciencia de grupo? Es mas: ¿tienen todos los afrodecendientes, habitantes de la ciudad de Bogota, expresiones culturales comunes? para efectos de la redacción de este documento preliminar los afro colombianos habitantes de Bogota, harán parte del grupo de los étnicos.

Hay que recalcar, sin embargo, que para que la población afrodescendiente sea considerada como “comunidades negras”, es decir para que se le reconozca su etnicidad, la legislación (Ley 70 de 1993 o Ley de Comunidades Negras) indica varios requisitos, que deben tomarse en cuenta: i) ascendencia afrocolombiana, ii) cultura propia que la distinga del resto de la población, iii) conciencia de identidad, y iv) relación campo ciudad, que se traduce en una territorialidad construida a partir de la ocupación y uso colectivo de las tierras y la utilización de unas prácticas tradicionales de producción que imprimen una forma de relacionarse con el entorno.

De conformidad con lo anteriormente enunciado es legítimo plantear que no todos los afrodescendientes hacen parte o configuran un grupo étnico o, lo que es lo mismo, la tonalidad de la piel y ciertos rasgos fenotípicos, no son suficientes para que una población sea tenida como perteneciente a un grupo étnico.
Bogota, cuenta con la presencia de representantes de todos los  grupos étnicos de  Colombia: indígenas, Afrocolombianos, Raizal y Rom (Gitanos), quienes comparten normas, tradiciones, usos y costumbres que le son propias y constituyen, por lo tanto, identidades particulares.   Es de anotar, que para el caso de los indígenas, este documento  se concentra, en primera instancia  en los grupos indígenas que han logrado mantener, a lo largo de su proceso histórico como habitantes urbanos, un sentido de cohesión comunitaria. En ese contexto, además del pueblo Muisca, que es el pueblo originario de estas tierras, se asume a los grupos indígenas que fortalecieron sus procesos migratorios hacia Bogotá, principalmente, a partir de la década de los cincuenta del siglo pasado…
Desde presencias esporádicas, transitorias y circunstanciales hasta su asentamiento casi definitivo en la ciudad, los grupos indígenas migrantes --este es el caso de los kiwchua y los Ingas---  atravesaron en términos generales cuatro momentos que es preciso tomar en cuenta: Un primer momento de migraciones esporádicas y eventuales a la ciudad, que se realizaban con el propósito de conseguir ingresos adicionales para satisfacer necesidades puntuales, específicas y coyunturales, pero donde las actividades productivas realizadas en los territorios de origen seguían siendo la base fundamental para la subsistencia. Un segundo momento donde la migración a la ciudad se va volviendo cada vez más indispensable, como quiera que los ingresos obtenidos en la ciudad complementan los que se obtienen en sus territorios de origen a través de las actividades productivas que allí desarrollan. Un tercer momento en donde la presencia en la ciudad se va volviendo cada vez más permanente dado que la fuente de ingresos obtenida en las incursiones a la ciudad son los que fundamentalmente garantizan la subsistencia, debido a que actividades productivas en sus territorios de origen ya no son tan rentables. Un cuarto momento cuando los ingresos indispensables para la subsistencia son obtenidos exclusivamente en la ciudad, su asentamiento en ella viene a ser casi definitivo, aunque sin nunca romper los vínculos simbólicos, rituales y culturales con sus territorios ancestrales.
En segunda y tercera instancia, se registran, respectivamente  a los indígenas habitantes de la ciudad a razón de desplazamiento ocasionado por el conflicto armado que vive el país, este es el caso de los kamkuamos provenientes de la sierra nevada Santa Martha y los Pijao del departamento del Tolima, entre otros grupos que se han desplazado en menor numero.  Es de mencionarse también a los estudiantes  indígenas de las distintas universidades públicas y privadas de la ciudad y que proceden de distintos puntos del país.

En sinfonía  con lo anterior, se presenta a continuación de manera breve a cada uno de los grupos étnicos mencionados:

Respecto a los Muiscas, es necesario recalcar que estos indígenas, han atravesado en el territorio que actualmente ocupa la ciudad de Bogota, todos los periodos históricos que construyen la historia del país: periodo prehispánico,  conquista,  colonia y  republica.   Esta historia por supuesto, no ha pasado impunemente por su identidad y su cultura, ha afectado su autoidentificacion como indígena y su territorio de manera relevante; hoy Bogota cuenta en su haber con dos cabildos: el cabildo indígena de Bosa, ubicado en las veredas de san José y san Bernardino y el cabido indígena de suba.  Cabe mencionar que los procesos casi siempre violentos de disolución de los Resguardos de Bosa y Suba, soportados en la aplicación del artículo 4 de la Ley del 22 de junio de 1850, culminaron apenas en las últimas décadas del siglo XIX --1877 para el caso de el Resguardo El Cerro de Suba y 1886 para el caso del Resguardo de Bosa-- lo que es una evidencia de la férrea oposición que enarbolaron muchos de los comuneros contra la desterritorialización de que estaban siendo víctimas. Sin embargo, hay que destacarlo, la dolosa extinción de estos Resguardos no significó en modo alguno la desaparición del pueblo Muisca, el cual siguió manteniendo latente unos valores identitarios y una conciencia étnica, mimetizándolos estratégicamente bajo el manto de diversas formas y contenidos culturales campesinos y semiurbanos, considerados como mestizos.

En la década de los ochenta del siglo XX se presentaron coyunturas favorables para que se activaran las conciencias étnicas de estas comunidades de Bosa y Suba, que posibilitaron que con mayor fuerza y decisión enarbolaran su etnicidad como Muiscas contemporáneos.  Fue así como a partir de la ocupación ancestral de un territorio que había sido heredado generación tras generación y trazando la descendencia de las familias que aparecían como miembros de los Resguardos al momento de su disolución --Neuta, Tunjo, Fontiba, Chiguazuque, Fitatá, Tibacuy, Orobajo, Buenhombre, Tiguache, Chipatecua, Chía, Quinchanegua, Garibello, Cobos, Jiménez, Murcia, Caldas, Alonso, Díaz, González, López ... para el caso de Bosa y Bulla, Bajonero, Cabiativa, Piracún, Nivia, Niviayo, Yopasá, Ciata, Cuenca, Mususú, Neuque, Chízaba, Chipo, Quince, Cera, Landecho, Lorenzano, Rico, Ospina, Córdoba, Triviño, Torres... para el caso de Suba-- se consolidaron estas dinámicas de reconstrucción étnica y cultural como partes del pueblo Muisca, que llevaron a la restitución y reinvención de sus autoridades tradicionales, expresadas hoy en día en sus respectivos Cabildos.  Actualmente, el Cabildo Muisca de Suba y el Cabildo Muisca de Bosa, respectivamente, se posesionan anualmente ante el Alcalde Mayor de Bogotá, D.C., según lo estipulado por la Ley 89 de 1890.

El Muisqubun, pese ha ser uno de las lenguas indígenas más investigadas y de las que más estudios existen, no se habla desde mediados del siglo XVIII.

Según las cifras que manejan los respectivos Cabildos, la población Muisca de Bosa[11] es de 1573 personas mientras que la población Muisca de Suba[12] se estima en 5186 personas, para un total en Bogotá, D.C. de 6759 comuneros

La presencia en Bogotá, D.C. del pueblo Kichwa[13] se remonta hacia mediados de la década de los años cuarenta del siglo XX, cuando asomaron a la ciudad los primeros contingentes de pioneros que gestarían uno de los más importantes procesos migratorios transnacionales realizados por un pueblo indígena en el contexto de América Latina. 
Los Kichwa que actualmente se ubican en el Distrito Capital, al ser provenientes en su inmensa mayoría de los cantones de Ibarra, Otavalo, Cotacachi y Atutanqui, de la provincia de Imbabura, sierra ecuatoriana, pertenecen étnicamente al pueblo Otavalo.

El pueblo Kichwa – Otavalo ha sido uno de los pueblos indígenas que con mayor éxito ha podido insertarse en los círculos del mercado y adaptarse en los contextos urbanos sin que ello le haya significado dejar de ser considerados como indígenas. Antes, por el contrario, la reafirmación de su patrimonio cultural e intelectual en escenarios diferentes a su territorio tradicional  ha sido la clave que le ha permitido configurar una verdadera comunidad ampliada y transnacional.

La inmensa mayoría de Kichwa – Otavalo que habitan en Bogotá, D.C., son bilingües, hablan Runa Simi (lengua Kichwa) y Castellano.

Hay casi tres generaciones de Kichwa – Otavalo nacidos y criados en Colombia; incluso muchos miembros de estas generaciones han nacido en Bogotá. Los miembros pertenecientes a otras generaciones más antiguas tienen la doble nacionalidad colombiana y ecuatoriana.

Los estimativos en el Ecuador acerca de la población Kichwa – Otavalo se calcula en 65.000 personas aproximadamente, aunque este es un dato de carácter meramente indicativo por cuanto al ser un pueblo migrante transnacional  calcular su población total es casi imposible. Con base en las personas que han sido censadas, el Cabildo Kichwa de Bogotá y la Organización del Pueblo Kichwa, hablan de aproximadamente 1500 Kichwa – Otavalo en el Distrito Capital.

Por lo que atañe al pueblo Inga[14], puede anotarse que  procedentes del Cuzco, centro político-administrativo del Tawaintisuyu, llegaron a lo que hoy es el Valle de Sibundoy en el departamento del Putumayo, en donde a la postre terminaron por asentarse, hacia la misma fecha en que los europeos arribaron a América.

Los Inga del Valle de Sibundoy inician su proceso migratorio hacia las grandes ciudades a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, en una diáspora que aún no concluye. Estos flujos migratorios que, con mayor o menor intensidad se han venido dando hasta la actualidad, han llevado a los Inga a habitar diversas ciudades colombianas y de países vecinos como Venezuela, Panamá y Ecuador.

La incursión exitosa de los Inga en los contextos urbanos, como quiera que está asociada a conocimientos y saberes que son inherentes a su patrimonio cultural e intelectual y a su identidad étnica, ha derivado en la necesaria visibilización de sus valores identitarios, así como en la elaboración de redes de curanderismo que los relaciona permanentemente con su territorio ancestral. De esta manera los Inga al llegar a las ciudades no se vieron precisados a ocultar su identidad sino, antes por el contrario, a hacer ostentación de ella y, en esa medida, su relación real o simbólica con su territorio tradicional se convirtió en una clave para su desempeño adecuado como médico tradicional.

Los Inga que viven en el Distrito Capital han logrado desde su asomo a la ciudad configurar una verdadera comunidad a partir de la recreación de alianzas entre diferentes familias y a la construcción de diferentes estrategias para trazar fronteras frente al iurraruna (no Inga).

En la ciudad los Ingas se dedican principalmente a la elaboración y comercialización de una gran variedad de productos naturales con un propósito terapéutico. Aquí es preciso destacar que al poner al acceso de los sectores populares de la ciudad una medicina natural, efectiva, eficiente, oportuna y barata los Inga están desempeñando una importante labor social como agentes informales de salud, que no ha sido lo suficientemente valorada.  En los últimos años algunos Inga han venido ampliando la gama de productos que ofrecen, incorporando otros que poco tienen que ver con su sistema médico tradicional.

El Cabildo Inga de Bogotá se viene posesionando, anual e ininterrumpidamente, ante el Alcalde Mayor de Bogotá, D.C. desde octubre de 1992 cuando fue reconocido oficialmente por la administración distrital. El pueblo Inga de Bogotá fue uno de los pioneros en conseguir el reconocimiento de sus autoridades en contextos urbanos y más allá de su territorio tradicional.

La casi totalidad de los Inga de Bogotá son bilingües del Runa Simi y del Castellano. Según los datos que posee el Cabildo Inga de Bogotá la población Inga se aproxima a las 450 personas.

También hay que citar a otro tipo de población indígena que se encuentra en la ciudad sin referencia a una comunidad específica. Aquí se pueden mencionar a los siguientes grupos poblacionales: i) estudiantes, universitarios y de bachillerato, ii) trabajadores, empleados y subempleados, iii) desplazados individuales o en pequeños núcleos familiares, iv) mujeres con sus hijos dedicados a la mendicidad, v) mujeres, madres solteras, dedicadas a la prostitución... En términos generales esta población no se encuentra organizada formalmente.

Respecto a los afro colombianos[15], habitantes de la ciudad es de anotar, por lo pronto, que las características étnicas referidas a ellos como grupo étnico según las comunidades negras son cinco: 1) Pertenencia al territorio; 2) Cultura propia; 3) Rasgos fenotípicos comunes; 4) historia única; 5) Población excluida y marginada desde la historia.
No hay ninguna duda que la presencia de población afrodescendiente en Bogotá[16], D.C. es bastante antigua, como quiera que se remonta a la época colonial, dado que numerosos contingentes de gente esclavizada trabajaba ya sea en las haciendas de la sabana de Bogotá o desempeñando oficios domésticos en las casonas de los españoles. 

Lo que está todavía por resolverse y, consiguientemente, amerita investigaciones etnohistóricas más profundas, es si en el contexto de la ciudad ha habido una continuidad histórica que articule de alguna manera a sectores de la población afrodescendiente de hoy con los núcleos de esta población esclavizada durante le período de la dominación hispánica. Al parecer, todo indica que luego de promulgada, el 21 de mayo de 1851, la “Ley 21 Sobre Libertad de Esclavos”, muchos afrodescendientes prefirieron emigrar a otros lugares del país, preferentemente a orillas del río Magdalena y los pocos afrodescendientes que llegaron a quedarse en la ciudad, con el transcurrir del tiempo, se diluyeron con el resto de la población por cuenta del mestizaje genético y cultural.

En todo caso la actual población afrodescendiente que habita en Bogotá se ha configurado casi exclusivamente a partir de migraciones de afrodescendientes provenientes en primer lugar del Chocó Biogeográfico y en segundo lugar de las llanuras del Caribe, en sucesivas oleadas que adquirieron mayor dinamismo a partir de la segunda mitad del siglo XX. Si bien en la primera mitad del siglo pasado se evidencia la llegada de afrodescendientes a la ciudad desempeñando una variedad de oficios, es a partir de 1950 cuando se registran las mayores afluencias de afrodescendientes hacia el Distrito Capital.

La presencia en Bogotá, D.C., de población afrodescendiente se explica, entonces, a través de las sucesivas oleadas migratorias. Las primeras oleadas originadas por la búsqueda de mejores oportunidades laborales y educativas, y las últimas oleadas ocasionadas por los desplazamientos forzados derivados del conflicto social y armado que vive el país. Es claro que estas distintas oleadas se yuxtaponen y se complementan.

A manera de hipótesis se puede plantear que la población afrodescendiente en Bogotá, D.C., presenta dos horizontes. Un horizonte se constituye a partir de personas y su entorno familiar más cercano, que viven aislados de otras familias afrodescendientes de su mismo origen y, consiguientemente, viven inmersos en la cultura blanco-mestiza y en donde no existe un sentido de diferencia y, otro horizonte, compuesto por sectores afrodescendientes que han logrado constituir entornos comunitarios que han posibilitado la recreación de aspectos significativos de su cultura propia.  Es en este horizonte, en el cual se están construyendo redes comunitarias de solidaridad, dónde podría hablarse con mayor propiedad de población afrodescendiente con conciencia de grupo étnico.


Los Rom[17] constituyen  una cultura milenaria. Existen unas fronteras étnicas que los distingue de los demás pueblos y aunque ausentes de un territorio propio se ha pervivido a pesar de las diferentes persecuciones a través de la historia. Sus usos y costumbres permanecen y prevalecen. Si bien es cierto la globalización ha entrado a jugar un papel de homogeneización y de arrasamiento de los pueblos y culturas, se puede manifestar que esta cultura pervive y se reconocen como un pueblo diferenciado con elementos arraigados, entre los que se puede mencionar el uso cotidiano del romanés que es la lengua materna y que tiene su origen en el sánscrito.

 Los gitanos en Colombia se autodenominan Rom, a partir de su habla cotidiana, el romano (o romani o romanés y diferencian varios subgrupos entre los que se destacan los Bolochock-que son la mayoría-, los Boyhas, Churon, los Mijhais, Los Janes y los Bimbay.

Como grupo tribal étnico diferenciado, los miembros del pueblo Rom reconocen “elementos culturales” que los caracterizan como tales: a) la idea de un origen común y de una historia compartida, b) la larga tradición nómade y su transformación en nuevas formas de itinerancia, c) idioma propio, d) la valoración del grupo por edad y sexo como ordenadores de estatus, e) Cohesión interna y diferenciación frente al no Rom, f) organización social basada en la configuración de grupos de parentesco, g) articulación del sistema social con base en la existencia de patrilineales dispersos independientes y autónomos, h) funciones cotidianas de la familia extensa especialmente en lo que actividades económicas se refiere, i) la vigencia de un conjunto de normas tradicionales, así como de instituciones que regula la aplicación de su derecho interno conocido como la “Ley Gitana” o Kriss, j) el respeto a los muertos y la creencia en una posible intervención de estos en la vida de sus descendientes y k) respeto a un complejo sistema de valores; de los que hacen de los que hacen parte una fuerte solidaridad intergrupal, un intenso apego a la libertad individual y colectiva, un especial sentido de la estética tanto física como artística, una peculiar interpretación de los fenómenos naturales,  entre otras.

Los Rom de Bogotá[18], D.C., viven en una kumpania (kumpeniyi plural) dispersa en las localidades de Puente Aranda, Kennedy y Engativá. La kumpania, de manera sencilla, podría definirse como el conjunto de patrigrupos familiares pertenecientes ya sea a una misma vitsa (o linaje), o a vitsi (plural de vitsa) diferentes que han establecido alianzas entre sí, principalmente, a través de intercambios matrimoniales, y cuya interacción y relaciones endógenas generan, de hecho, una apropiación espacial sobre las cual se construye la jurisdicción de los Sere Romengue (Sero Rom, singular). Cabe destacar que la dimensión espacial que comportan las kumpeniyi no es otra cosa que la apropiación simbólica de los lugares que se habitan y utilizan económicamente, a partir de la producción de un sistema de representaciones y de significación del espacio, que se levanta sobre los territorios de los pueblos sendentarios.

La inmensa mayoría de la población Rom que vive en Bogotá, D.C., evidencia elevados índices de pobreza y de Necesidades Básicas Insatisfechas, presentando niveles de vida que se encuentran muy por debajo de los promedios nacionales. En este contexto hay que relevar que esta situación de creciente pauperización ha entrado a incidir negativamente en la identidad cultural del pueblo Rom.

Los Raizales[19] oriundos del departamento de  San Andrés, Providencia y Santa Catalina es otro de los cuatro grupos étnicos reconocidos por el Estado Colombiano, que tiene presencia en Bogota.   El  Pueblo Raizal[20] entendido como tal y no como comunidad Raizal, por cuanto para las organizaciones y para la población este termino no responde a las características jurídicas y antropológicas y culturales que les definen, en su relación con el Estado Nacional colombiano.

La caracterización que los Raizales hacen sobre su condición de Pueblo se fundamenta en los siguientes aspectos:

-  El creol como idioma propio que se deriva del inglés y lenguas africanas, con estructura y gramáticas propios.
-  Territorialidad ubicada en el Departamento de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, junto con los cayos, plataforma continental y marina.  El Pueblo Raizal tiene derecho a un territorio propio en el Archipiélago, para asegurar su pervivencia, vida propia, el pleno y libre desarrollo de su cultura.
-  Sistemas de educación propios y de transmisión del saber de generación en generación mediante la tradición oral.
-  Derecho consuetudinario,  sistema judicial, y fuerte cohesión religiosa al rededor de las iglesias bautista, adventista y católica. El Pueblo Raizal, posee una estructura marcadamente religiosa, practica la religión bautista hace más de 150 años, aunque también existen otros grupos religiosos como son el católico y los adventistas.
-  Una Historia compartida y una conciencia como pueblo, que los une a otros países el Caribe anglófono. Existen marcados lazos de fraternidad y parentesco de los Raizales con las islas que se encuentran en el Caribe, esto sin lugar a dudas genera que las fronteras que se dibujan en los mapas se vean desdibujadas en las prácticas y cercanías culturales que existen en el Caribe donde el Archipiélago se plantea como “corazón del Caribe”.
Los primeros contingentes de Raizales llegan a Bogotá[21],  hacia 1953, año en que fue construido, en la isla de San Andrés, el aeropuerto que, al acortar las distancias entre el Archipiélago y el continente, sin duda alguna favoreció la llegada de Raizales a la ciudad.  Estos primeros Raizales que llegaron fueron traídos por compañías multinacionales petroleras que los enganchaban tanto por sus conocimientos de inglés, como por su alto nivel educativo, alcanzado ya sea en los colegios regentados por la Iglesia Bautista en el Archipiélago o por los estudios superiores conseguidos en diferentes universidades, principalmente, de los EE.UU.

En las décadas de los sesenta y setenta del siglo pasado llegan a Bogotá, D.C., varios Raizales con el propósito de estudiar. Varios de estos Raizales, sin perder los vínculos con su territorio ancestral, fijan su residencia en la ciudad estableciéndose con sus familias. En su gran mayoría los Raizales que viven actualmente en el Distrito Capital son profesionales que por falta de oportunidades en el Archipiélago han tenido que buscar nuevos horizontes en la ciudad. Pese a que muchos llevan varios años de estar radicados en Bogotá, D.C., siempre tienen latente el deseo de retornar definitivamente a su territorio ancestral.

Los Raizales que viven en la ciudad ya sea de forma permanente o transitoria, si bien al encontrarse dispersos en la ciudad y al haber --varios de ellos establecido intercambios matrimoniales con personas de distinto origen étnico-- no tienen asentamientos definidos, han venido construyendo una suerte de comunidad Raizal ampliada fundada en los lazos de solidaridad y de apoyo mutuo intraétnicos y en los vínculos que mantienen con su territorio de origen. De cierta manera, puede decirse que las dinámicas organizativas que en el Archipiélago el pueblo Raizal ha desplegado para trascender su situación de colonialismo interno, han conseguido articular a los Raizales que han emigrado.

Respecto a los grupos habitantes de la ciudad, provenientes de las diversas regiones del país, la dificultad de conceptualizacion ha sido menor:   si se considera que las tradiciones que agrupan a cierto sector para unificarlas, muchas veces tienen que ver más con la región en donde se ubicaron las culturas siglos atrás que su pertenencia a una misma entidad, entonces el concepto de cultura regional, parece ajustarse de manera apropiada para definir los grupos de personas provenientes de las  regiones andina – de la que hace parte Bogota-- , pacifica, atlántica, de la orinoquia y la insular.
En nuestro país, las culturas regionales no corresponden a los límites de los departamentos, son  áreas culturales anteriores a la formación de los mismos, por lo que se relacionan directamente con la historia de cada zona, su actual ubicación en la ciudad de Bogota, es solo un hecho más de su historia reciente.
En Colombia existen diversos tipos regionales[22], resultado de factores como el geográfico, el climático, el económico y el cultural, cada uno de los cuales posee también características diferenciales desde el punto de vista racial. Los principales grupos regionales colombianos, que tienen su representación en Bogota, son:
Chocoano: Habita el departamento del chocó.
Cundi-boyacense: Comprende los habitantes del altiplano de los departamentos de Boyacá y Cundinamarca (excepto Bogotá).
Opita: Ubicado en el río Magdalena (Tolima y huila).
Santandereano: Habita en los Santanderes.
Llanero: Habita en la región comprendida por los departamentos de Arauca, Casanare, Vichada y Meta.
Paisa: Este grupo tiene su eje de acción en el departamento de Antioquia y las zonas colonizadas en el siglo XIX: Caldas, Risaralda, Quindío, norte del Valle y del Tolima y nororiente del Chocó.
Costeño: Abarca los pobladores de la región del Caribe, que son el resultado de una amalgama de etnias, culturas y tradiciones, ya que la región ha sido puerta de entrada de la cultura al país.
Valle-caucano: Habita en la región que comprende los departamentos del Valle y del Cauca.
Pastuso: Comprende los habitantes del departamento de Nariño.
Como muchas ciudades latinoamericanas, Bogotá es una compleja mezcla de formaciones sociales, y de culturas regionales y cosmopolitas. En ella se encuentran asentados representantes de todos los tipos regionales del país.   Su conformación está signada por la tensión social y cultural interna, entre élites centralistas y excluyentes y la periferia mestiza, solidaria a su modo porque es la que recibe y alberga a personas y grupos migrantes. Este fenómeno hace de Bogotá una ciudad socialmente nueva y culturalmente compleja. Los migrantes, sujetos de los dramas sociales acumulados, son también portadores de memoria y fundadores de nuevas formaciones culturales.
En Bogotá, las expresiones culturales regionales y las nuevas formaciones urbanas carecen de reconocimiento. Esa carencia, sumada a la falta de oportunidades, hace de ella la capital del rebusque, creatividad desde y para la supervivencia, expresada doblemente en la informalidad económica y la inseguridad social; pero también en formidables movimientos culturales alternativos.

Dado que en líneas anteriores se concluyo, respeto a la identidad,  que toda colectividad humana que busque reconocerse en términos identitarios, tiene necesariamente que determinar las fronteras o los límites de su identidad en relación con el otro o con los otros , vale la pena aventurarse en el análisis respecto a  “quien es el otro” :

En el caso de las culturas regionales o los grupos provenientes de las diversas regiones del país habitantes de la ciudad, los otros son los oriundos de  regiones distintas a la propia. Ahora, como quiera  que Bogota, es el epicentro político administrativo del país y es parte de la región andina, es posible aventurarse por ahora en la apreciación, de que las colonias provenientes de las regiones restantes, se construyen  en contrapeso de la perspectiva del campo cultural  creado por la región Andina,  es así que se tiene por el otro, principalmente  a esta región[23]. Es un hecho que, en lo fundamental, las otras regiones de Colombia se definen desde la consideración del otro región Andina porque desde allí, tomando como epicentro a Bogotá, se ha ejercido la dominación a través de un campo de poder económico y político centralista, cuyo estilo de vida,  se ha impuesto o pretendido imponerse a las demás regiones, desconociendo sus identidades culturales, lo que ha traído, en unos casos, la aceptación y conformidad, y en otros, la crítica y la resistencia.

En muchos casos, la mirada sobre si mismo,  como región está influenciada por la mirada del otro que lo desconoce. En su no saber sobre las otras regiones, los agentes del campo del poder centralista han creado estereotipos (capital simbólico, para ellos) sobre la identidad de las regiones.

A Colombia se le ha definido muy gráficamente como un país de cuatro esquinas y un centro, para referirse a las cinco regiones naturales que conforman su territorio. Las cuatro esquinas son las regiones Caribe, Pacífica, Amazónica y Orinocense, y el centro: la Andina, desde donde las más de las veces se han administrado burocráticamente, sin avances tangibles, los planes de desarrollo, a pesar de los intentos de descentralización administrativa saboteada siempre por el eterno centralismo político.  

Por lo que respecta al caso de los grupos étnicos: de los indígenas, de los Afrocolombianos, de los Raizales, de los Rom- gitanos  para quienes “los otros”, son todos aquellos que no hacen parte de su propio colectivo cultural, ocurre algo  comparable al caso de los grupos étnicos regionales respecto a la región andina: “el otro” se diluye en la percepción del aparentemente, bogotano común, aun cuando este pueda pertenecer a alguno de los grupos regionales habitantes de la ciudad.

Por otro lado, al estado colombiano en general y a la administración Distrital, en particular,  se le acusa de manera recurrente de discriminadora y excluyente, cuando desconoce, al parecer, los derechos, y las diferencias culturales de las minorías étnicas y regionales que habitan y enriquecen culturalmente la ciudad, sin embargo, preocupa de manera especial, por ahora, el asunto relacionado con la negación del otro, esta puede ser la negación total o la negación de algunos de sus derechos específicos.   Y esta negación puede ocurrir desde el estado mismo respecto a las minorías, pero también puede presentarse entre los grupos minoritarios sean estos étnicos o no, frente a otros considerados como diferentes al grupo al que se pertenece: vale la pena detenerse en las apuntes que hace sobre el tema Jose Del Val Blanco[24] y que salvo algunos comentarios,  se resume a continuación:

Para empezar puede decirse que cuando se presenta la negación del otro, esta negación puede ser la negación total o la negación de algunos de sus derechos específicos, enfrentamos entonces, conceptos como prejuicio, segregación, discriminación e incluso racismo: prejuicio significa juzgar las cosas antes de tiempo; la segregación consiste en la separación espacial de alguien de manera excluyente, y finalmente, la discriminación es el mismo trato diferenciado en el mismo espacio social. Todos estos conceptos los utilizamos con alguna frecuencia y de manera indistinta: Existe la segregación como afirmación, hay formas de segregación que utilizan los mismos grupos para ubicarse en el tiempo, para ubicarse en el espacio y trascender, la segregación sirve en muchos casos, como una de las formas para entrar y salir de la modernidad…. Cuando la segregación permite mantener una tradición específica… vale la pena detenerse en el caso de los gitanos: quienes mantienen un conveniente y cotidiano contacto con la sociedad mayor sin permitirle a esta última acercarse demasiado  a su propio espacio cultural.

El racismo es hijo y padre del cambio especifico, lo paradójico es que aunque genéticamente no existen las razas, el racismo si es una realidad en nuestra sociedad.  Este responde a varias categorías:  hay autores que hablan del infraracismo o del racismo fragmentario, en algunos casos el racismo toma carta de naturalidad, cuando va acompañado de una fuerza política que le da sentido y orientación a la acción, este es el caso del aparhei[25]  El racismo existe en todas las sociedades de manera permanente, no obstante cuando un grupo lo toma como bandera de lucha, es cuando este aflora y es cuando se puede hablar con mayor exactitud de racismo, el movimiento vasco se inicio como un movimiento racial específicamente, posteriormente el movimiento construyo un discurso de carácter político que abandona el racismo, esto permite pensar, también, que el racismo no es un elemento constitutivo permanente, puede existir en un movimiento político y desaparecer, o puede no existir y aparecer.

La auto “racializacion”, la definición de si mismo como raza pura, como raza superior es otro asunto: de ahí proviene la necesidad de purificación y en consecuencia de exterminio.  Otro es  el racismo que no es explicito, pero que igual es una realidad: muchos son los comentarios de los gitanos relacionados con la dificultad para arrendar casas en Bogota, según ellos, siempre están disponibles, particularmente cuando se dispone de todos los documentos exigidos,  hasta que los arrendatarios descubren que son gitanos… Todos estos datos son solamente la invitación a abordar de manera mas profunda, un tema que en apariencia es sencillo, pero que el aproximarse evidencia su complejidad desde un inicio.[26]

A manera de conclusión, y a propósito del concepto de cultura, que se abordo líneas arriba, y que permea todo el documento, vale la pena detenerse en una breve reflexión[27] sobre la  diversidad cultural.

El tema de la diversidad cultural nos convoca en un buen momento, ya que como concepto está muy en boga en las últimas décadas tanto en ámbitos académicos como gubernamentales.

Resulta pertinente, plantearse algunos interrogantes acerca del para qué reflexionamos sobre la diversidad: si para tratar de incorporar su “histórica existencia forzadamente ocultada”, o si, a través de ella y con ella, trabajamos para la construcción de una sociedad, donde lo diverso tenga un rol tan protagónico que  obligue (como de por sí lo está haciendo) a replantear estructuralmente la sociedad actual. Tomando el segundo camino, aceptar y defender la diversidad que conlleva, necesariamente, a construir una revolución, dado que, dentro del orden que se le fue dando al mundo, luego de la formación de los estados nacionales, no entra la diversidad, y el proyecto de re-actualizarse en función de este enfoque busca, en consecuencia, administrar el descontento y adaptar algunas de sus demandas mediante la oferta de una ficción que no promueve la incorporación de fondo de los distintos sujetos sociales pero que sí ofrece, algunos resquicios. Pensar la interculturalidad es, necesariamente, cuestionar profundamente muchas categorías empezando por la del sujeto único.

En un sentido que trascienda los tópicos de la tolerancia y el respeto hacia las “minorías” (como se ha dado en llamar a todos aquellos y aquellas que no “encajan” en los modelos de sociedades nacionales y mercados globales) cabe preguntarse: ¿Adonde nos lleva –como proyecto de sociedad, de mundo– asumir la diversidad cultural? ¿Qué significa realmente “respetar” o “tolerar” al “otro”, al diferente?

Esas minorías que otrora quedaban ocultas por la homogenización de los estados nacionales, ahora emergen como “nuevos” sujetos sociales capaces de dotar de sentido semántico y de poner en el centro del debate el tema de la diversidad desde dos polos  opuestos: están por un lado los movimientos de resistencia en todo el planeta, que han logrado llevar las demandas de las minorías y de los sectores marginados  a los ojos del mundo entero. Pero por el otro, y esto no hay que minimizarlo, está el siempre viejo truco de los poderosos, en tanto se adueñan de las conquistas sociales y las incorporan en los discursos oficialistas.
Las luchas por el reconocimiento indígena en Colombia, han sido muchas y muy variadas, pero es a partir de la reforma constitucional del 91, que el debate sobre los derechos y la cultura indígena se pone sobre la mesa de manera seria. Y este debate, en términos de aceptación de la diversidad, implica también la lucha por la autonomía. Porque finalmente de lo que se trata es de aceptar y convivir con este otro que tiene otros modos: otra forma de entender la economía, la justicia, la cultura, la educación. En el contexto latinoamericano, generalmente la autonomía está referida a la autodeterminación de los pueblos indígenas, en términos de representación democrática siempre dentro de la organización política y administrativa del Estado. Así, las experiencias de autonomías implican cierta descentralización política y administrativa del Estado pero dependen siempre, en mayor o menor grado, de las potestades legislativas que éste otorgue…[28]


Nota:  hace falta aun incorporar al documento los aspectos relacionados con los conceptos de globalización y el reconocimiento de lo particular en lo global,  con la política global y la diversidad,  ecología social, nuevos modelos de administración publica, los nuevos enfoques de desarrollo, la crisis de la cultura y la identidad.  Dado que se integraron al documento elementos de presentación de los grupos étnicos se debe incorporar al mismo datos equivalentes para las culturas regionales habitantes de la ciudad.




BIBLIOGRAFIA
CUNILL PEDRO: La geohistoria” en Para una historia de América I. Las estructuras (VV.AA., México, 1999).

CALLE HORACIO Y MORALES JORGE: identidad Cultural e integración del Pueblo Colombiano.  OEI. Bogota, 1994

ORGEGA MANUEL GUILLERMO: Marco teórico para un estudio de la relación entre cuento caribe colombiano y valores identitarios socio-culturales, a partir de los conceptos de campo y habitus, de Pierre Bourdieu. Revista Trimestral de Estudios Literarios Volumen III - Número 12. Enero-Febrero-Marzo de 2003. Barranquilla


JOSE DEL VAL BLANCO. Racismo y discriminación social y cultural. Diálogos en la acción segunda etapa 2004


HORACIO LARRAIN.  ¿Pueblo, Etnia o Nación? Hacia una aclaración antropologica de conceptos corporativos aplicables a las comunidades indígenas. Revista de Ciencias sociales, no.002. Universidad Arturo Prat Iquique. Chile. Pp 28 – 53

BAUMANN GERD. El enigma multicultural.  Un replantamiento de las identidades nacionales, étnicas y religiosas. Paidos Iberica.  Barcelona 2001

DIRECCIÓN DE DESARROLLO TERRITORIAL. Los Grupos étnicos en Colombia.  Subdirección de ordenamiento y desarrollo territorial. Abril 4 de 2003
CECILIA IGLESIAS.  La diversidad cultural en el mundo global.  Universidad Autónoma de México. 2003

 ALIANZA ENTREPUEBLOS. Visión Panorámica de los pueblos étnicos en Bogota.  Bogotá 2004.








[1]Gobernación del valle del cauca: artículos de la constitución política referentes a los pueblos indígenas

[2] Cunill Pedro: La geohistoria” en Para una historia de América I. Las estructuras (VV.AA., México, 1999).

[3] Bordeau Pierre en:  ortega: 48 y ss: 2003
[4] Linton 1970 en: Calle y  Morales;16:1994
[5] Calle y  Morales;16:1994
[6] Termino empleado desde hace poco mas de una década, con la intención de definen los procesos de recuperación de la indianidad, por sociedades que hasta hace poco se auto reclamaban como campesinos mestizos, este es el caso de los indígenas Muiscas habitantes de las localidades de Bosa y Suba en Bogota.
[7] Larrain:15:1997
[8] Larrain: 25 y ss: 1997
[9] Diccionario 2006
[10] Microsoft ® Encarta ® 2007.
[11] Censo del cabildo indígena muisca de Bosa
[12] Censo del cabildo indígena muisca de suba
[13] Apartes del artículo  publicado Bogotá, D.C., en septiembre de 2004, en desarrollo del Contrato SUB0201240006 suscrito entre la Secretaría de Gobierno Distrital y la Alianza Entrepueblos, realizado en el marco del Proyecto PNUD/COL/02/012.
[14] Ibid
[15] Los Grupos étnicos en Colombia. Dirección de desarrollo territorial. Subdirección de ordenamiento y desarrollo territorial. abril 4 de 2003

[16]Apartes del artículo  publicado Bogotá, D.C., en septiembre de 2004, en desarrollo del Contrato SUB0201240006 suscrito entre la Secretaría de Gobierno Distrital y la Alianza Entrepueblos, realizado en el marco del Proyecto PNUD/COL/02/012.
[17] Los Grupos étnicos en Colombia. Dirección de desarrollo territorial. Subdirección de ordenamiento y desarrollo territorial. abril 4 de 2003
[18] Apartes del artículo  publicado Bogotá, D.C., en septiembre de 2004, en desarrollo del Contrato SUB0201240006 suscrito entre la Secretaría de Gobierno Distrital y la Alianza Entrepueblos, realizado en el marco del Proyecto PNUD/COL/02/012.
[19] Los Grupos étnicos en Colombia. Dirección de desarrollo territorial. Subdirección de ordenamiento y desarrollo territorial. abril 4 de 2003
[20] Según el derecho internacional y el Convenio 169 de la OIT, cualquier grupo étnico puede definirse desde la autoidentificación.
[21] Apartes del artículo  publicado Bogotá, D.C., en septiembre de 2004, en desarrollo del Contrato SUB0201240006 suscrito entre la Secretaría de Gobierno Distrital y la Alianza Entrepueblos, realizado en el marco del Proyecto PNUD/COL/02/012.
[22] http//pwp.supecabletev.net.go/garcru/Colombia/index.html
[23] Ortega 2003
[24] En: racismo y discriminación social y cultural.  Diálogos en la acción segunda etapa 2004
[25] Sudafrica 1848
[26] Por el momento este documento no es conclusivo, es necesario revisar la bibliografía recomendada por Diana Bermúdez al respecto
[27] Muchos de los elementos que se recogen aquí, son producto del ensayo titulado la diversidad cultural en el mundo global, de Cecilia Iglesias. Universidad Autónoma de México
[28] Por terminar…