miércoles, 12 de julio de 2017

Reseña: Cultura e identidad obrera. Colombia 1910-1945. Cap. 6 de Mauricio Archila.

Waili Tatiana Gamboa Martínez

“Ph. D. en Historia, de la Universidad del Estado de Nueva Cork, Stony Brook. Licenciado en Filosofía y Letras, con especialización en Historia, de la Universidad Javeriana de Bogotá. Máster en Economía y Recursos Humanos de esta misma universidad. Es docente de la Universidad Nacional de Colombia desde 1978 en el Departamento de Historia. Ha sido profesor visitante en el Instituto de Estudios Iberoamericanos (ILAIS) de Columbia University, Nueva York (USA), enero-julio de 1998. Ha trabajado como investigador en diversas ocasiones con el instituto Cinep. Ha sido autor y coautor de varios textos, entre ellos se destaca Idas y venidas, vueltas y revueltas. Protestas sociales en Colombia, 1958-1990, publicado en el 2003.”[1]

En este capitulo, Archila inicia en 1934, año donde se presentó una nueva agitación en la zona bananera. Los trabajadores se volvían a enfrentar a una multinacional, presentaron un pliego de peticiones, pero la multinacional respondió con arrogancia y desconoció al Comité de Acción Sindical que reunía a los 15 sindicatos en los que estaban organizados los bananeros.[2]

Si bien el pliego de peticiones era muy parecido al del  28, los conflictos fueron diferentes, pues los trabajadores consiguieron expandir el movimiento por toda la zona bananera y recibieron apoyo de sindicatos de zonas vecinas y por otro lado, el Estado actuó de manera muy diferente, pues el presidente López envió al ministro de Guerra para mediar en el conflicto.[3] El nuevo gobierno liberal parecía ponerle freno a la voracidad de las multinacionales, se había entonces producido un cambio en las relaciones entre el Estado y los movimientos sociales.[4]

El cambio político en el país se dio por el ascenso electoral del liberalismo, fue el partido liberal el encargado de recoger la presión social de sectores populares rurales y urbanos, lo que ayudó a superar la crisis de legitimidad del Estado.[5] Aunque el gobierno de Lopez Pumarejo fue definitivo en este proceso, no se pueden negar las bases de su predecesor, Enrique Olaya Herrera. 

Uno de las primeros pasos del gobierno de Enrique Olaya Herrera fue otorgar ciudadanía a sectores que habían sido excluidos por la hegemonía conservadora, legalizó la existencia de sindicatos, las vacaciones remuneradas y los horarios de ocho horas.

Para 1934 más de 60 sindicatos se empezaron a legalizar marcando un inicio de la institucionalización de las agremiaciones obreras.  Pero, es claro que si bien existía el cubrimiento legal, muchos trabajadores no daban el paso a organizarse, y los que lo hacían se enfrentaban con diferentes dificultades, como el rechazo de los patrones o la división obrera, en algunos casos porque estos rechazan la institucionalización o veían al sindicato como algo que estaba en contra de la fábrica en la que trabajaban.

Si bien las condiciones laborales no eran perfectas, si habían mejorado, y eso se evidencia en la disminución en el número de huelgas, así como en la duración de estas, pues ahora las empresas tenían una mayor disposición de negociar con los obreros.

Como se ha mencionado, los sindicatos, y de paso, la protesta social se empezó a institucionalizar, provocando un desplazamiento de la protesta social a formas menos institucionalizadas, como las marchas del hambre y otros modos según la necesidad de presión, sin embargo, el gobierno utilizó la táctica de prometer soluciones mientras encarcelaba líderes. La élite por su lado, llamó a esas nuevas formas de presión laboral “huelga política” para declarar ilegal la protesta.[6]

Las protestas no eran solo de carácter urbano, también estaban las agrarias que significaban igualmente una preocupación al gobierno. Las movilizaciones rurales abarcaban la lucha por la tierra y las mejoras en las condiciones laborales.

Sin lugar a dudas, a todas estas lógicas de organización gremial y huelgas entra el Partido Comunista Colombiano, esta movimiento de izquierda fue visto como una amenaza, pues potencializaban el carácter revolucionario de las huelgas de la clase obrera, por eso, en algunas fábricas despidieron a los trabajadores que eran considerados comunistas.

A finales de los veinte se veía la necesidad de contar con una organización nacional que coordinara la solidaridad, presionara al Estado, estimulara la creación de organizaciones sindicales y fortaleciera las existentes, entonces se convocó a una asamblea sindical amplia con participación de fuerzas de izquierdas, anarquistas y liberales, allí, se reflejó dos grandes tendencias del sindicalismo: el liberalismo, y el comunismo,[7] sin embrago el ambiente político de 1936 se fue tornando cada vez más propicio para la anhelada unidad sindical.[8]

El sindicalismo de los años treinta era diferente a los de los veinte, primero, porque era más estable, y segundo, porque perseguía objetivos diferentes, pues en los veinte su fin era combatir la Hegemonía Conservadora  y no trabajar por unos objetivos más inmediatos, pero ese inmediatismo de los treinta hizo que se generara una dependencia con el Estado provocando una debilidad organizativa.[9] Igualmente, la presencia de nuevos actores asalariados más no necesariamente “obreros” como profesores, empleados, etc, daba nuevos rasgos al sindicalismo.[10]  

En conclusión, se puede decir que la respuesta organizativa de la clase obrera era resultado tanto de sus condiciones de debilidad, como de la particular coyuntura política que se presentó a mediados de los treinta. Las alianzas con el Estado no significan que las organizaciones obreras estuvieran articuladas con el proyecto oficial, y que si bien el proyecto por vía insurreccional se había dejado de lado, no quiere decir que la clase obrera aceptara el discurso liberal en su totalidad, en todo caso, la fuerza y organización que iban ganando los sindicatos asustaban a la derecha del país.[11]

Bibliografía:

Mauricio Archila Neira. Tomado de: http://www.humanas.unal.edu.co/nuevo/facultad/docentes/departamento-de-historia/?llave=110 el 6 de Septiembre del 2016.
ARCHILA, Maurico. Cultura e identidad obrera. Colombia 1910-1945. CINEP. Bogotá.




[1] Mauricio Archila Neira. Tomado de: http://www.humanas.unal.edu.co/nuevo/facultad/docentes/departamento-de-historia/?llave=110 el 6 de Septiembre del 2016.
[2] ARCHILA, Maurico. Cultura e identidad obrera. Colombia 1910-1945. CINEP. Bogotá. Capítulo 6.
[3] Ibidem.
[4] Ibidem
[5] Ibidem.
[6] Ibidem.
[7] Ibidem.
[8] Ibidem
[9] Ibidem.
[10] Ibidem.
[11] Ibidem. 

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