Waili Tatiana Gamboa
Martínez.
La primera historia del descubrimiento y de la conquista de América es
la obra de un humanista, Pedro Mártir de Anglería. Después de él, son muy pocos
los autores de índole
Inconfundiblemente humanística que escribieron en el siglo XVI sobre
América.[1]
La historiografía humanística sobre América tenía un defecto: El
desconocimiento de la realidad americana. Ni Pedro Mártir ni Hernán Pérez de
Oliva viajaron jamás al recién descubierto continente, de modo que elaboraron
sus obras en base a informes y textos ajenos.[2]
“Esta postura
discrepaba de la teoría de la historiografía humanística, en la que el
conocimiento directo de los hechos relatados era considerada la mejor garantía
de su verdad”[3]. Sin
embargo las obras eran consideradas auténticas.
Hasta fines del siglo XVI, ninguno de los grandes humanistas españoles
estuvo en América. Hasta fines del siglo XVI, ninguno de los grandes humanistas
españoles estuvo en América. Había un desinterés no solo para viajar a América,
sino para producir estudios sobre esta.
“El humanismo español fue en su esencia cristiano y moral. El más grande
de los
humanistas peninsulares, Juan Luis Vives, estaba
profundamente preocupado por los grandes problemas morales de su tiempo.
Escribió muchas obras sobre la paz en Europa, el problema de la pobreza en las
ciudades, la responsabilidad de la propiedad privada, la educación de los
jóvenes, la vida cristiana; pero no se preocupó por los problemas morales que
habían surgido en América.”[4]
Los primeros historiadores y literatos de la conquista eran soldados y
clérigos, todos estaban impregnados de las grandes corrientes espirituales de
su época, entre las que el humanismo tenía en general un papel central.
La tarea de los primeros historiadores y estudios del Nuevo Mundo era
inmenso, pues se veían frente a una naturaleza que abarcaba una gran variedad
de animales y plantas desconocidos en Europa. Encontraban diferentes pueblos
indígenas que vivían en diferentes niveles culturales.[5]
“Los encuentros de los españoles con los pueblos
indígenas, las conquistas y guerras, las victorias y las derrotas tenían una
grandeza fuera de lo común, tanto en la generosidad y magnanimidad como en la
codicia y crueldad inconcebibles de los que participaban en los hechos”.[6]
Un gran interesado por los indígenas fue Bartolomé de las Casas, quien trasciende
el humanismo eurocentrista y reconoce el humanismo indígena, al menos
abracándolo en un “humanismo universal y no excluyente”[7].
Para él los indígenas también tenían una filosofía y una teología.
Cuando se habla de humanismo se suele pensar como algo occidental y poco
se piensa en la posibilidad de que pueblos de la América precolombina “…hayan pasado por momentos y expresiones
culturales donde ya estaban presentes las mismas actitudes que han dado origen
a los fenómenos humanistas de Europa”.[8]
Donde mejor podemos observar esta argumentación es en la Apologética historia de las Casas, que
es una larga comparación de la religión de los griegos y romanos con la de los
indígenas, donde expone incluso que estos superaron a los clásicos Europeos
apoyándose en cuatro argumentos:
“1)
Los indios no carecen de la lumbre natural que Dios ha dado a todos los
hombres; los indios no son por lo tanto menos racionales que los europeos; 2)
La idolatría de los indios contiene menos errores que la de los pueblos
antiguos; 3) En la elección de sus dioses, tuvieron más razón, discreción y
honestidad que los pueblos antiguos; 4) Los indios tienen mucha menor
dificultad en ser convertidos a la fe católica que los griegos y romanos”.[9]
De las Casas sostiene que los indígenas tenían leyes, ritos, un teología
muy bien desarrollada y además una filosofía política con una parte teórica y
práctica. Además, recalca la retórica de los americanos, pues para él ellos
tenían una capacidad argumentativa y razonable.[10]
Precisamente como un reconocimiento de la racionalidad de los indígenas
pide que estos sean evangelizados sin usar la violencia, pues solo la
conversión libre es válida por eso hay que usarse un método que respete la
inteligencia y la voluntad.
Hoy, los
etnógrafos han identificado características de los pueblos indígenas que se
pueden asociar con los sentimientos propios del humanismo Europeo, entendiendo
este como “una sensibilidad y un modo de vivir la relación con los otros seres
humanos “en el que se reconoce la intención y la libertad en otros, y en el que
se asumen compromisos de lucha no violenta contra la discriminación y la
violencia””.[11]
Según Salvatore Puledda la actitud humanista es algo que puede
aparecer y desaparecer, brillar o eclipsarse en cualquier sociedad humana.
Estos encuentros y desencuentros con la actitud humanista se pueden presentar
varias veces en la historia particular de los grupos humanos.[12]
Aunque no sea
crea, se han encontrado en grupos indígenas de América, una actitud de
individualidad, es difícil de analizar cuando hablamos de estas sociedades
donde la vida grupal pareciera reducir al mínimo los intereses personales, sin
embrago, “la individualidad no es algo
que se opone a lo colectivo y que dentro de las limitaciones que imponen las
circunstancias, las culturas han sido capaces de establecer recursos para dar un
espacio de respeto a la persona humana en el contexto de una vida cotidiana que
resuelve caso todos los aspectos de su existencia en forma grupal”.[13]
Bibliografía:
·
PEÑATE, Julio. De la naturaleza del salvaje a la naturaleza
de la conquista. La figura del indio entre los Españoles en el siglo XVI. Université
de Neuchâtel.
·
KARL, Kohut. El humanismo español y américa en el siglo
XVI. AIH. Actas X. 1989.
·
BEUCHOT,
Mauricio. Bartolomé de las Casas, el
humanismo indígena y los Derechos Humanos.
·
SÁMANO
Chavéz, David. Actitudes Humanistas en
los pueblos indígenas de México.
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