Waili Tatiana
Gamboa Martínez.
En los debates políticos y en diversos campos de las
ciencias sociales existen dificultades para formular alternativas teóricas y
políticas a la primacía del mercado, cuya defensa más coherente ha sido
formulada por el neoliberalismo. Estas dificultades se deben, en una importante
medida, al hecho de que “el
neoliberalismo es debatido y confrontado como una teoría económica, cuando en
realidad debe ser comprendido como el discurso hegemónico de un modelo
civilizatorio”[1]
La búsqueda de alternativas a la conformación
profundamente excluyente y desigual del mundo moderno exige un esfuerzo de
deconstrucción y cuestionamiento desde las ciencias sociales del carácter
universal y natural de la sociedad capitalista-liberal.
En la antigüedad, la comprensión del mundo era un asunto de estar en sintonía con el cosmos,
como lo era para los pensadores griegos clásicos., hoy, el mundo se convirtió
en lo que es para los ciudadanos el mundo moderno, un mecanismo “desespiritualizado”
que puede ser captado por los conceptos y representaciones construidos por la
razón.[2]
Con el inicio del colonialismo en América comienza no
sólo la organización colonial del mundo sino también “la constitución colonial de los saberes, de los lenguajes, de la memoria y del imaginario”. “Se da inicio al largo proceso que culminará en los siglos XVIII y XIX
en el cual, por primera vez, se organiza la totalidad del espacio y del tiempo
-todas las culturas, pueblos y territorios del planeta, presentes y pasados- en
una gran narrativa universal”.[3]
Uno de los ejes fundamentales de ese patrón de poder
es la clasificación social de la población mundial sobre la idea de raza, una
construcción mental que expresa la experiencia básica de la dominación
colonial,[4] una supuesta diferente
estructura biológica que ubicaba a los unos en situación natural de
inferioridad respecto de los otros.
Raza e identidad racial fueron establecidas como
instrumentos de clasificación social básica de la población, pues las nuevas identidades
históricas producidas sobre la base de la idea de raza, fueron asociadas a la
naturaleza de los roles y lugares en la nueva estructura global de control del
trabajo. Así, ambos elementos, raza y división del trabajo, quedaron
estructuralmente asociados y reforzándose mutuamente, a pesar de que ninguno de
los dos era necesariamente dependiente el uno del otro para existir o para
cambiar. De ese modo se impuso una sistemática división racial del trabajo.[5] Así, cada forma de control
del trabajo estuvo articulada con una raza particular.
El proceso que culminó con la consolidación de las
relaciones de producción capitalistas y modelo liberal, hasta que éstas
adquirieron el carácter de las formas naturales de la vida social, tuvo
simultáneamente una dimensión colonial/imperial de conquista y/o sometimiento
de otro continentes y territorios por parte de las potencias europeas.[6]
Las ciencias sociales tienen como sustrato las nuevas
condiciones que se crean cuando el modelo liberal de organización de la propiedad,
del trabajo y del tiempo dejan de aparecer como una modalidad civilizatoria en
pugna con otras y adquiere su carácter
hegemónico.
Por el carácter universal de la experiencia histórica
europea, las formas del conocimiento desarrolladas para la comprensión de esa
sociedad se convierten en las únicas formas válidas, objetivas, universales del
conocimiento. Las categorías, conceptos y perspectivas se convierten así no
sólo en categorías universales para el análisis de cualquier realidad, sino
igualmente en proposiciones normativas que definen el deber ser para todos los
pueblos del planeta. “Estos saberes se
convierten así en los patrones a partir de los cuales se pueden analizar y
detectar las carencias, los atrasos, los frenos e impactos perversos que se dan
como producto de lo primitivo o lo tradicional en todas las otras sociedades”.[7]
Uno de los ejes fundamentales de ese patrón de poder
es la clasificación social de la población mundial sobre la idea de raza, una
construcción mental que expresa la experiencia básica de la dominación
colonial,[8] una supuesta diferente
estructura biológica que ubicaba a los unos en situación natural de
inferioridad respecto de los otros.
Raza e identidad racial fueron establecidas como
instrumentos de clasificación social básica de la población, pues las nuevas
identidades históricas producidas sobre la base de la idea de raza, fueron
asociadas a la naturaleza de los roles y lugares en la nueva estructura global
de control del trabajo. Así, ambos elementos, raza y división del trabajo,
quedaron estructuralmente asociados y reforzándose mutuamente, a pesar de que
ninguno de los dos era necesariamente dependiente el uno del otro para existir
o para cambiar. De ese modo se impuso una sistemática división racial del trabajo.[9] Así, cada forma de control
del trabajo estuvo articulada con una raza particular.
Las ciencias sociales han servido más legitimar el
establecimiento de esta hegemonía occidental, con concepciones como que hay un
patrón civilizatorio superior y normalizando estos discursos.
“Las sociedades occidentales modernas constituyen la
imagen de futuro para el resto del mundo, el modo de vida al cual éste llegaría
naturalmente si no fuese por los obstáculos representados por su composición
racial inadecuada, su cultura arcaica o tradicional, sus prejuicios mágico
religiosos.”[10]
Hoy, desde América Latina se ha producido una amplia
gama de búsquedas de formas alternativas del conocer, cuestionándose el
carácter colonial/eurocéntrico de los saberes sociales sobre el continente, el
régimen de separaciones que les sirven de fundamento, y la idea misma de la
modernidad como modelo civilizatorio universal.
Bibliografía:
·
LANDER,
Edgardo. La colonialidad del saber:
eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas. CLACSO,
Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales. 2000. (Cap. Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina de Anibal
Quijano). Disponible en Internet: http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/clacso/sur-sur/20100708034410/lander.pdf tomado el 11 de Abril 2016.
·
LANDER,
Edgardo. La colonialidad del saber:
eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas. CLACSO,
Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales. 2000. (Cap. Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina de Anibal
Quijano). Disponible en Internet: http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/clacso/sur-sur/20100708034410/lander.pdf tomado el 11 de Abril 2016.
[1] LANDER,
Edgardo. La colonialidad del saber:
eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas. CLACSO,
Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales. 2000. (Cap. Ciencias sociales, saberes coloniales y eurocéntrico de Edgardo Lander). Disponible
en Internet: http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/clacso/sur-sur/20100708034410/lander.pdf tomado el 11 de Abril 2016.
[4] LANDER, Edgardo. La colonialidad del saber: eurocentrismo y
ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas. CLACSO, Consejo
Latinoamericano de Ciencias Sociales. 2000. (Cap. Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina de Anibal
Quijano). Disponible
en Internet: http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/clacso/sur-sur/20100708034410/lander.pdf
tomado el 11 de Abril 2016.
[6] LANDER, Edgardo. La colonialidad del saber: eurocentrismo y
ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas. CLACSO, Consejo
Latinoamericano de Ciencias Sociales. 2000. (Cap. Ciencias sociales, saberes coloniales y eurocéntrico de Edgardo Lander). Disponible
en Internet: http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/clacso/sur-sur/20100708034410/lander.pdf
tomado el 11 de Abril 2016.
[10] LANDER, Edgardo. La colonialidad del saber: eurocentrismo y
ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas. CLACSO, Consejo
Latinoamericano de Ciencias Sociales. 2000. (Cap. Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina de Anibal
Quijano).
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