martes, 12 de julio de 2016

Reseña: La historia cultural. Autores, obras y lugares de Justo Serna y Anaclet Pons.

Waili Tatiana Gamboa Martínez.

Justo serna “es profesor de Historia Contemporánea en la Universidad de Valencia y se ha especializado en Historia Cultural. Inició sus investigaciones en 1981 con un estudio de historia sociocultural […] se ha ido decantando por la historia cultural e historiografía de la historia cultural.”[1]

Anaclet Pons “Es catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Valencia. En su dilatada trayectoria docente e investigadora se ha dedicado a áreas diversas, pero sobre todo ha trabajado en la historia social y cultural y en la historiografía.”[2]

Historia Cultural y Cultura[3]:

La historia cultural es seguramente la corriente historiográfica más innovadora de las últimas décadas por los variados temas que abarca, no solo de literatura, arte, pensamiento, lo llamado “alta cultura, sino también “…otras elaboraciones humanas de las que se suponía escaso prestigio o menor brillo”[4].

Lo primero que hacen Pons y Serna es intentar a hacer un esbozo de lo que se entiende por cultura.

Se puede decir que cultura es eso aquello que nos permite distanciarnos de la naturaleza, nos aleja de los animales, es lo que está en dominio de los seres humanos que se creó de manera individual o colectiva.[5]

“La cultura es el sentido propiamente humano que le damos a lo natural, a aquello que los hombres no han producido, y a lo artificial, a las elaboraciones que las personas han contribuido a hacer. Es decir, lo cultural es artificio de la materia, instrumento, pero es también el significado que le atribuimos al entorno, al cuerpo, a las cosas y a los demás, contemporáneos, antepasados o futuros, visibles o invisibles”.[6]

Para Parsons la cultura está compuesta por aquellos valores, ideas o creencias que forman una tradición.

Para Serna y Pons quien primero conceptualizó modernamente el término de cultura habría sido el británico Edward Barnett Tylor en 1871 en Cultura primitiva donde incluye el conocimiento, las creencias, las artes, la moral, el derecho y la ley, además de las costumbres y capacidades del hombre como miembro de la sociedad.

Para entender cuáles son los dominios de la Historia Cultural, es menester rastrear la variedad de temas y a su vez, los autores, aquellos que se autodenominan historiadores culturales.[7]

Uno de los rasgos destacables de estos autores es el abandono del convencionalismo de la profesión, proponen un cambio más o menos radical que los distancian de los demás historiadores.[8]

Por lo general, los libros de estos historiadores “suelen centrase en episodios o circunstancias que, al final, solo son pequeñas parte de su sociedad y de su tiempo”.[9] Esto, ha logrado que algunos sean catalogados como microhistoriadores, porque estos se ven obligados a reducir su escala de observación.

Esta fragmentación tiene una característica especial, pues aunque hay una coherencia interna dentro del libro, también se pueden leer los  capítulos de manera independiente.   
Estos autores además, hacen parte de algo que llaman “Colegio invisible”, es decir, un ámbito en el que unos objetos comunes de investigación, procedimientos y métodos son compartidos por investigadores distantes geográficamente[10], pero que sin duda comparten un tiempo.

La generación anterior de historiadores habían tenido vivencias distintitas que influyeron en su manera de abordar el mundo y la disciplina. Hobsbawn, E.P. Thompson, Georges Duby y Le Goff estaban marcados por los efectos de la Primera Guerra Mundial, la revolución de Octubre, el fascismo. La crisis de 1929 y además vivieron y participaron de la contienda del 39. En cambio, Burke, Ginzburg o Darton viven en un mundo de cambios acelarados, en un momento de contestaciones juveniles, la explosión del Rock, Elvis y cavas de Jazz en Paris.[11]

En esta época, en los años sesenta la hegemonía de EE.UU estaba presente en Europa, pero, al mismo tiempo, el marxismo estaba estaba tenido una gran acogida en el mundo académico.

Una persona que sin duda es importante para la historia cultural y que hace parte de este “colegio invisible”, ella sin duda admite que la importancia del marxismo en sus trabajos académicos en donde mostraba un compromiso con la historia social, y por supuesto una afinidad con los trabajos de Hobsbawn y Thompson, en donde se entiende que aunque los rebeldes de los que habla Hobsbawn y los artesanos de los que hablan Thompson aunque mostraran actitudes atrasadas frente al progreso, “…sus aspiraciones tenían sentido para ellos mismos, y merecen ser recogidas a partir de su propia experiencia”[12], en este sentido cobra mucha importancia Gamsci.

Natalie Zemon Davis, en sus ensayos no solo habla de propiedad, poder, prestigio, sino que también toca factores variables como lo son la edad y el sexo, otras formas de jerarquías en la organización social.[13] Además, se centró en formas culturales de rebeldía que iban más allá de la lucha por el poder, era una forma alternativa de oposición diferente a las del partido, lucha política y clases populares.[14]

Paris: Un destino para los historiadores.

Como decía Walter Benjamin, Paris es la capital del siglo XIX, donde se concentran las novedades, las vanguardias, escenario de revueltas y conflictos.

La Francia de la última posguerra fue una productora de pensamiento, por eso no es de sorprenderse que historiadores como Natalie Zemon Davis, Peter Burke, Ginzburgvo Darton fueran a alguna vez a Francia para estar inmersos en las discusiones y en las controversias que el pensamiento francés difundía.[15]

Se discutían sobre el sujeto, aparecían las mujeres, se debatía sobre la legitimación del Estado, se cuestionaba la autoridad, se apoyaban los procesos de descolonización y se repensaba el modelo de cultura occidental.[16]

Marc Bloch, Le Goff, las mentalidades y la Nueva Historia:

Un personaje por el que sin duda los historiadores profesan una admiración historiográfica es a Marc Bloch por haber sido un resistente que murió torturado por la ocupación Nazi y por haber sido el autor de Los reyes taumaturgos.

La obra de La extraña derrota es una radiografía de las causas que llevaron a la ocupación alemana a Francia. Es un libro valorado por ser un análisis detallado de la contribución de la contribución de la sociedad civil a aquel desastre exponiendo todos los factores decisivos del declive francés.[17]

Este historiador construye una historia política muy alejada del modelo tradicional, donde el acontecimiento no es la base del relato y puede verse como un examen antropológico y un análisis tradicional.[18] Los reyes taumaturgos anuncia la antropología histórica y hace reflexionar sobre otro tipo de historia política más cercana a la historia cultural.

Bloch habla sobre la disciplina histórica, refiriéndose a la historia como como una “ciencia de la experiencia” y como “ciencia del cambio”.[19]

Le Goff promueve un nuevo tipo de historia que rechazaba cualquier ortodoxia huyendo de la historiografía francesa para evitar el nacionalismo y dando apertura a influencias foráneas.

Esta nueva perspectiva redefine la disciplina histórica modificando la historia social prolongando hacia el campo de las representaciones, las ideologías y las mentalidades.[20]
De esta nueva historia hay que estacar dos cosas: Un reconocimiento a la antropología como herramienta y la admisión del clásico estudio de las mentalidades.[21] Para Le Goff la “nueva historia” sería sinónimo de “antropología histórica”.[22]

“La mentalidad es eminente colectiva y, por eso mismo, proporciona un estudio de la lentitud, es decir, se aclara con ello la larga duración que el propio autor atribuía como rasgo predominante de la “nueva historia”.”[23]

Es por esto, que el historiador debe aproximarse al trabajo antropológico, pues según Le Goff la mentalidad es lo más inmóvil, la más estable de la sociedad, y por eso necesita un apoyo antropológico.[24]

Para Philippe Ariés el concepto de mentalidad ha ampliado los territorios del historiador, pues el estudio se detiene en aspectos de la vida interior, en las relaciones que se dan entre los miembros de una población y que fundamentan la estabilidad.[25] Estos nuevos campos de investigación sería llamado por Roger Chartier “historia sociocultural”.[26]

La nueva historia estaría caracterizada por varios elementos: la ampliación de los objetos  de  los objetos de estudio, avances de la historia social detallando el análisis según las diferentes esferas, y la coexistencia de métodos distintos.[27]

Autores y sus obras: Narrativa e historia etnografiada.

El queso y los gusanos tiene una relación con la historia cultural. En este texto el objeto de análisis es un individuo, un sujeto marginal del cual se tiene información fragmentada. No solo abría un campo para el individuo, sino para uno de las clases populares, lo que traería algunos convenientes que él además consignaría en su libro, pues al hablar de clases subalternas no tiene suficientes huellas, y debe registrar cada vacío y fuente sesgada que encuentre, pues toda fuente sería de utilidad, es aquí, donde hay aval para utilizar la imaginación “sobre lo posible”[28].

La preocupación sería entonces en descubrir lo que ocurría en la mente de las personas del pasado, en mirar cómo vivían en otro tiempo, como eran las conductas de los pobres, campesinos, molineros, herejes, en resumen, todos aquellos que habían sido olvidados por la historia tradicional.

Robert Darnot y Natalie Zemon Davis usarían lo que Pons y Serna, pero incluso Geertz en La interpretación de las culturas llaman “historia etnografiada”, un tipo de escritura que busca crear un efecto presencial para el lector.

Se pueden detectar en estos historiadores ciertas preocupaciones, uno tiene que ver con los documentos, otro con la escritura de la historia, no solo por algo estético, sino para poder ampliar su público lector y la tercera con la práctica de la literatura como objeto de análisis.[29]

La historiografía de lo excepcional:

La nueva historia cultural que se estaba gestando era de dimensión reducida, pero además opta por lo marginal, lo descentrado, por lo excepcional, tenido en cuenta que “lo que en un principio parecía extraño, sorprendente o excepcional, acaba siendo una posible vía de acceso que permite comprender la cultura…”.[30]

Como mencionamos, el problema de hacer historia de las clases subalternas es que hay pocas fuentes, sin embargo, es claro que las pocas fuentes que existen sin duda es porque estos sujetos que le importa a la Historia Cultural se vieron en sucesos extraños para su tiempo.

Chartier, exige una historia cultural en la que los usos y las practicas sean el elemento constitutivo de la realidad, una realidad que tiene un significado sobre el que se negocia o por el que se combate.[31]

Posmodernismo e historia Cultural:

La tarea de los humanos es en buena medida discursiva o incluso textual porque sus ideas y palabras les ayuda a proyectarse hacia fuera, y surge la necesidad de los historiadores de concretarse en el relato, haciendo reaparecer el viejo debate de la historia como arte frente a la historia como ciencia, y haciendo que sean asociados además con la posmodernidad.
La noción de los posmoderno procede efectivamente del ámbito de las artes, de la estética. Los objetos rompían con sus códigos de producción de ideas como la belleza.

Los posmodernos habían cuestionado la noción de historia como progreso y criticaban la ciencia positivista y su idea de objetividad.

Sin embargo, a pesar de que la historia cultural podría ser posmoderna por sus objetos de estudio, por el discurso en el que construye su método, autores como Burke, Chartier, Darnton, Ginzburg o Zemon Davis no se reconocen como posmodernos.

Para autores como White y Momigliano la historia no sería sino otra forma de literatura donde la realidad, lejos de ser un dato externo es una construcción de discurso, es decir, que el historiador necesita tener la habilidad de convencer, pero que tal vez esta retorica sería una amenaza para la búsqueda de la verdad que se supone tiene el historiador.[32]

Los textos de los historiadores culturales contienen una verdad textual que ondea entre la estética y la ética, y por eso, son asociados con el giro lingüístico.[33]

A manera de conclusión y aclaración:

Burke, Ginzburg, Chartier, Darnton o Davis no pueden definirse exclusivamente como historiadores culturales ni como historiadores franceses, americanos, ingleses o italianos, pues clasificarlos sería simplificarlos.

Bibliografía:

·         Fundación Mapfre Historia. Anaclet Pons. Tomado de Internet: http://historia.fundacionmapfre.org/historia/es/coleccion/autores/anaclet-pons.jsp el 7 de Agosto 2015
·         Justo Serna Tomado Internet: http://www.uv.es/jserna/JustoSerna.htm el 7 de Agosto 2015.
·         SERNA, Justo. PONS, Anaaclet. La historia cultural. Autores, obras y lugares. Akal ediciones. Madrid, España, 2005.




[1] Justo Serna Tomado Internet: http://www.uv.es/jserna/JustoSerna.htm el 7 de Agosto 2015.
[2] Fundación Mapfre Historia. Anaclet Pons. Tomado de Internet: http://historia.fundacionmapfre.org/historia/es/coleccion/autores/anaclet-pons.jsp el 7 de Agosto 2015
[3] Los subtitulos son mios.
[4] SERNA, Justo. PONS, Anaaclet. La historia cultural. Autores, obras y lugares. Akal ediciones. Madrid, España, 2005.
[5] Ibidem. Pág. 6-7.
[6] Ibidem. Pág. 8.
[7] Ibidem. Pág. 19.
[8] Ibidem. Pág. 23.
[9] Ibidem. Pág. 24.
[10] Ibidem. Pág. 22.
[11] Ibidem. Pág. 33.
[12] Ibidem. Pág. 44.
[13] Ibidem. Pág. 54.
[14] Ibidem. Pág. 59.
[15] Ibidem. Pág. 70
[16] Ibidem. Pág. 72.
[17] Ibidem. Pág. 77.
[18] Ibidem. Pág. 78.
[19] Ibidem.
[20] Ibidem. Pág. 86.
[21] Ibidem. Pág. 89.
[22] Ibidem. Pág. 91.
[23] Ibidem. Pág. 92.
[24] Ibidem.
[25] Ibidem. Pág. 96-97.
[26] Ibidem. Pág. 102.
[27] Ibidem.
[28] Ibidem. Pág. 136.
[29] Ibidem. Pág. 144.
[30] Ibidem. Pág. 147.
[31] Ibidem. Pag. 168.
[32] Ibidem. Pág. 196.
[33] Ibidem. Pág. 199. 

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