Waili Tatiana Gamboa
Martínez.
Justo serna “es profesor de Historia Contemporánea en la Universidad de
Valencia y se ha especializado en Historia Cultural. Inició sus investigaciones
en 1981 con un estudio de historia sociocultural […] se ha ido decantando por
la historia cultural e historiografía de la historia cultural.”[1]
Anaclet Pons “Es catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de
Valencia. En su dilatada trayectoria docente e investigadora se ha dedicado a
áreas diversas, pero sobre todo ha trabajado en la historia social y cultural y
en la historiografía.”[2]
Historia Cultural y Cultura[3]:
La historia cultural es seguramente la corriente
historiográfica más innovadora de las últimas décadas por los variados temas
que abarca, no solo de literatura, arte, pensamiento, lo llamado “alta cultura,
sino también “…otras elaboraciones
humanas de las que se suponía escaso prestigio o menor brillo”[4].
Lo primero que hacen Pons y Serna es intentar a hacer
un esbozo de lo que se entiende por cultura.
Se puede decir que cultura es eso aquello que nos
permite distanciarnos de la naturaleza, nos aleja de los animales, es lo que
está en dominio de los seres humanos que
se creó de manera individual o colectiva.[5]
“La cultura es el sentido propiamente humano que le
damos a lo natural, a aquello que los hombres no han producido, y a lo
artificial, a las elaboraciones que las personas han contribuido a hacer. Es
decir, lo cultural es artificio de la materia, instrumento, pero es también el
significado que le atribuimos al entorno, al cuerpo, a las cosas y a los demás,
contemporáneos, antepasados o futuros, visibles o invisibles”.[6]
Para Parsons la cultura está compuesta por aquellos
valores, ideas o creencias que forman una tradición.
Para Serna y Pons quien primero conceptualizó
modernamente el término de cultura habría sido el británico Edward Barnett
Tylor en 1871 en Cultura primitiva donde
incluye el conocimiento, las creencias, las artes, la moral, el derecho y la
ley, además de las costumbres y capacidades del hombre como miembro de la
sociedad.
Para entender cuáles son los dominios de la Historia
Cultural, es menester rastrear la variedad de temas y a su vez, los autores,
aquellos que se autodenominan historiadores culturales.[7]
Uno de los rasgos destacables de estos autores es el
abandono del convencionalismo de la profesión, proponen un cambio más o menos
radical que los distancian de los demás historiadores.[8]
Por lo general, los libros de estos historiadores “suelen centrase en episodios o
circunstancias que, al final, solo son pequeñas parte de su sociedad y de su
tiempo”.[9]
Esto, ha logrado que algunos sean catalogados como microhistoriadores,
porque estos se ven obligados a reducir su escala de observación.
Esta fragmentación tiene una característica especial,
pues aunque hay una coherencia interna dentro del libro, también se pueden leer
los capítulos de manera
independiente.
Estos autores además, hacen parte de algo que llaman
“Colegio invisible”, es decir, un ámbito en el que unos objetos comunes de
investigación, procedimientos y métodos son compartidos por investigadores
distantes geográficamente[10], pero que sin duda
comparten un tiempo.
La generación anterior de historiadores habían tenido
vivencias distintitas que influyeron en su manera de abordar el mundo y la
disciplina. Hobsbawn, E.P. Thompson, Georges Duby y Le Goff estaban marcados
por los efectos de la Primera Guerra Mundial, la revolución de Octubre, el
fascismo. La crisis de 1929 y además vivieron y participaron de la contienda
del 39. En cambio, Burke, Ginzburg o Darton viven en un mundo de cambios
acelarados, en un momento de contestaciones juveniles, la explosión del Rock,
Elvis y cavas de Jazz en Paris.[11]
En esta época, en los años sesenta la hegemonía de
EE.UU estaba presente en Europa, pero, al mismo tiempo, el marxismo estaba
estaba tenido una gran acogida en el mundo académico.
Una persona que sin duda es importante para la
historia cultural y que hace parte de este “colegio invisible”, ella sin duda
admite que la importancia del marxismo en sus trabajos académicos en donde
mostraba un compromiso con la historia social, y por supuesto una afinidad con
los trabajos de Hobsbawn y Thompson, en donde se entiende que aunque los
rebeldes de los que habla Hobsbawn y los artesanos de los que hablan Thompson
aunque mostraran actitudes atrasadas frente al progreso, “…sus aspiraciones tenían sentido para ellos mismos, y merecen ser
recogidas a partir de su propia experiencia”[12],
en este sentido cobra mucha importancia Gamsci.
Natalie Zemon Davis, en sus ensayos no solo habla de
propiedad, poder, prestigio, sino que también toca factores variables como lo
son la edad y el sexo, otras formas de jerarquías en la organización social.[13] Además, se centró en
formas culturales de rebeldía que iban más allá de la lucha por el poder, era
una forma alternativa de oposición diferente a las del partido, lucha política
y clases populares.[14]
Paris:
Un destino para los historiadores.
Como decía Walter Benjamin, Paris es la capital del
siglo XIX, donde se concentran las novedades, las vanguardias, escenario de
revueltas y conflictos.
La Francia de la última posguerra fue una productora
de pensamiento, por eso no es de sorprenderse que historiadores como Natalie
Zemon Davis, Peter Burke, Ginzburgvo Darton fueran a alguna vez a Francia para
estar inmersos en las discusiones y en las controversias que el pensamiento
francés difundía.[15]
Se discutían sobre el sujeto, aparecían las mujeres,
se debatía sobre la legitimación del Estado, se cuestionaba la autoridad, se
apoyaban los procesos de descolonización y se repensaba el modelo de cultura
occidental.[16]
Marc
Bloch, Le Goff, las mentalidades y la Nueva Historia:
Un personaje por el que sin duda los historiadores
profesan una admiración historiográfica es a Marc Bloch por haber sido un
resistente que murió torturado por la ocupación Nazi y por haber sido el autor
de Los reyes taumaturgos.
La obra de La
extraña derrota es una radiografía de las causas que llevaron a la
ocupación alemana a Francia. Es un libro valorado por ser un análisis detallado
de la contribución de la contribución de la sociedad civil a aquel desastre
exponiendo todos los factores decisivos del declive francés.[17]
Este historiador construye una historia política muy
alejada del modelo tradicional, donde el acontecimiento no es la base del
relato y puede verse como un examen antropológico y un análisis tradicional.[18] Los reyes taumaturgos anuncia la antropología histórica y hace
reflexionar sobre otro tipo de historia política más cercana a la historia
cultural.
Bloch habla sobre la disciplina histórica,
refiriéndose a la historia como como una “ciencia de la experiencia” y como
“ciencia del cambio”.[19]
Le Goff promueve un nuevo tipo de historia que
rechazaba cualquier ortodoxia huyendo de la historiografía francesa para evitar
el nacionalismo y dando apertura a influencias foráneas.
Esta nueva perspectiva redefine la disciplina
histórica modificando la historia social prolongando hacia el campo de las
representaciones, las ideologías y las mentalidades.[20]
De esta nueva historia hay que estacar dos cosas: Un
reconocimiento a la antropología como herramienta y la admisión del clásico
estudio de las mentalidades.[21] Para Le Goff la “nueva
historia” sería sinónimo de “antropología histórica”.[22]
“La mentalidad es eminente colectiva y, por eso mismo,
proporciona un estudio de la lentitud, es decir, se aclara con ello la larga
duración que el propio autor atribuía como rasgo predominante de la “nueva
historia”.”[23]
Es por esto, que el historiador debe aproximarse al
trabajo antropológico, pues según Le Goff la mentalidad es lo más inmóvil, la
más estable de la sociedad, y por eso necesita un apoyo antropológico.[24]
Para Philippe Ariés el concepto de mentalidad ha ampliado los territorios del historiador, pues el estudio se detiene en aspectos de la vida interior, en las relaciones que se dan entre los miembros de una población y que fundamentan la estabilidad.[25] Estos nuevos campos de investigación sería llamado por Roger Chartier “historia sociocultural”.[26]
La nueva historia estaría caracterizada por varios elementos:
la ampliación de los objetos de los objetos de estudio, avances de la historia
social detallando el análisis según las diferentes esferas, y la coexistencia
de métodos distintos.[27]
Autores
y sus obras: Narrativa e historia etnografiada.
El
queso y los gusanos tiene una relación con la historia cultural. En este
texto el objeto de análisis es un individuo, un sujeto marginal del cual se
tiene información fragmentada. No solo abría un campo para el individuo, sino para
uno de las clases populares, lo que traería algunos convenientes que él además
consignaría en su libro, pues al hablar de clases subalternas no tiene
suficientes huellas, y debe registrar cada vacío y fuente sesgada que
encuentre, pues toda fuente sería de utilidad, es aquí, donde hay aval para
utilizar la imaginación “sobre lo posible”[28].
La preocupación sería entonces en descubrir lo que
ocurría en la mente de las personas del pasado, en mirar cómo vivían en otro
tiempo, como eran las conductas de los pobres, campesinos, molineros, herejes,
en resumen, todos aquellos que habían sido olvidados por la historia
tradicional.
Robert Darnot y Natalie Zemon Davis usarían lo que
Pons y Serna, pero incluso Geertz en La
interpretación de las culturas llaman “historia etnografiada”, un tipo de
escritura que busca crear un efecto presencial para el lector.
Se pueden detectar en estos historiadores ciertas
preocupaciones, uno tiene que ver con los documentos, otro con la escritura de
la historia, no solo por algo estético, sino para poder ampliar su público
lector y la tercera con la práctica de la literatura como objeto de análisis.[29]
La
historiografía de lo excepcional:
La nueva historia cultural que se estaba gestando era
de dimensión reducida, pero además opta por lo marginal, lo descentrado, por lo
excepcional, tenido en cuenta que “lo que
en un principio parecía extraño, sorprendente o excepcional, acaba siendo una
posible vía de acceso que permite comprender la cultura…”.[30]
Como mencionamos, el problema de hacer historia de las
clases subalternas es que hay pocas fuentes, sin embargo, es claro que las
pocas fuentes que existen sin duda es porque estos sujetos que le importa a la
Historia Cultural se vieron en sucesos extraños para su tiempo.
Chartier, exige una historia cultural en la que los
usos y las practicas sean el elemento constitutivo de la realidad, una realidad
que tiene un significado sobre el que se negocia o por el que se combate.[31]
Posmodernismo
e historia Cultural:
La tarea de los humanos es en buena medida discursiva
o incluso textual porque sus ideas y palabras les ayuda a proyectarse hacia
fuera, y surge la necesidad de los historiadores de concretarse en el relato,
haciendo reaparecer el viejo debate de la historia como arte frente a la
historia como ciencia, y haciendo que sean asociados además con la
posmodernidad.
La noción de los posmoderno procede efectivamente del
ámbito de las artes, de la estética. Los objetos rompían con sus códigos de
producción de ideas como la belleza.
Los posmodernos habían cuestionado la noción de
historia como progreso y criticaban la ciencia positivista y su idea de
objetividad.
Sin embargo, a pesar de que la historia cultural
podría ser posmoderna por sus objetos de estudio, por el discurso en el que
construye su método, autores como Burke, Chartier, Darnton, Ginzburg o Zemon
Davis no se reconocen como posmodernos.
Para autores como White y Momigliano la historia no
sería sino otra forma de literatura donde la realidad, lejos de ser un dato
externo es una construcción de discurso, es decir, que el historiador necesita
tener la habilidad de convencer, pero que tal vez esta retorica sería una
amenaza para la búsqueda de la verdad que se supone tiene el historiador.[32]
Los textos de los historiadores culturales contienen
una verdad textual que ondea entre la estética y la ética, y por eso, son
asociados con el giro lingüístico.[33]
A
manera de conclusión y aclaración:
Burke, Ginzburg, Chartier, Darnton o Davis no pueden
definirse exclusivamente como historiadores culturales ni como historiadores
franceses, americanos, ingleses o italianos, pues clasificarlos sería
simplificarlos.
Bibliografía:
·
Fundación Mapfre Historia. Anaclet Pons. Tomado de Internet: http://historia.fundacionmapfre.org/historia/es/coleccion/autores/anaclet-pons.jsp el 7 de
Agosto 2015
·
SERNA, Justo. PONS, Anaaclet. La historia cultural. Autores, obras y lugares. Akal ediciones.
Madrid, España, 2005.
[2]
Fundación Mapfre Historia. Anaclet Pons. Tomado
de Internet: http://historia.fundacionmapfre.org/historia/es/coleccion/autores/anaclet-pons.jsp
el 7 de Agosto 2015
[4] SERNA, Justo. PONS, Anaaclet. La
historia cultural. Autores, obras y lugares. Akal ediciones. Madrid,
España, 2005.
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