Waili Tatiana Gamboa
Martínez.
En América Latina el populismo tuvo una cobertura muy baja, pues las
bases materiales y políticas no son favorables para gestar el fenómeno, o a lo
sumo se llamaría “populismo multinacional”.[1]
Cardoso, por ejemplo, propone que las economías de enclave no permite
que se instaure el populismo, solo esto sería posible hasta después del
aparecimiento de la burguesía industrial y cuando el Estado tuviese sectores
productivos propios.[2]
En el caso colombiano, por
ejemplo, “es probable que la iglesia
católica se hubiera configurado como un centro de poder interno en los órdenes
agrario (terratenencia significativa durante Encomienda y Hacienda) y
financiero (terratenencia traducida a excedentes monetarios y subsidios
estatales que alimentaron el capital y aparato financiero durante los siglos
XIX y XX)”[3] así como también
tuvo un papel significativo en los ámbitos educativos y políticos, en este
último, es innegable su influencia en las lógicas bipartidistas.
Los países sujetos a modos de producción agro exportadores “al contar con una base preliminar de
racionalidad capitalista”[4] construyeron una
estructura económica que permitía y promovía la participación de las clases
medias y bajas, pues tenían sistemas electorales relativamente abiertos y
Congote, resalta también la conservación del aparato militar libertador como
factores que explican parte del populismo potenciador.
Por su parte, los países con economías de enclave no tenían esa potencia
burguesa y se semejaban a los países agros exportadores por la conservación de
un status importante para el aparato militar.
En el caso de Colombia, hay una excepcionalidad, la eliminación de los
ejércitos libertadores, no contaba con estadios de desarrollo capitalista,
tampoco había una política incluyente, hubo una precaria burguesa industrial, y
una pobre visión económica exportadora.
Hacia mediados del siglo XX hubo un fortalecimiento sindical en la
región latinoamericana que habría introducido la conformación de unas clases
medias dotadas de poderes de compra fuertes abriendo campo para la
industrialización, urbanización y a condiciones mercantiles propias para
ligarse al mercado global.
Pero, como hemos visto, Colombia es la gran excepción de la región y era
precaria en el sindicalismo como resultado de una industria incipiente que no
responde a los retos de la globalización. Congote dice: “…la sociedad colombiana no estaba ni ha estado madura para un
experimento populista del corte clásico […] entre nosotros el populismo no ha
sido sino otro fantasma más de los muchos que inspiran nuestra bucólica
macondiana”.[5]
Bernardo Congote se concentra en una parte del trabajo en Gaitán, el que
algunos consideran como el caudillo Colombiano y que algunos señal su asesinato
como un punto nodal en la Violencia.
El plan de gobierno de Gaitan proponía que el Estado fundara sus propias
fábricas y empresas, es decir, que su visión de que el Estado controlara la
economía no se alejaba en lo absoluto de lo que perseguía el bipartidismo clásico. Para autores como
Poulantz: “No podría definirse populista
un plan de gobierno que proclama “…que todo esfuerzo de desarrollo industrial…debe
estar amparado por el Estado”.[6]
El gaitanismo es un vocero de los paradigmas pequeño burgueses liberales
que generaba apaciguamientos sobre las tensiones de clase en defensa de
mantener el status quo.
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