Por: Waili Gamboa
En
la Edad Media aparecieron historiadores cuyo testimonio de los hechos ocurridos
en su época eran irrefutables.
En
la Edad Media se desconocía la imprenta y los libros eran escasos, no había un
método crítico para el estudio de los documentos, lo consignado en textos se
aceptaba sin discusión.
El
ambiente saturado de teología distrajo la atención de la historia enfocándola
en asuntos meramente cristianos. “La historia era un sermón, no una ciencia”[1].
La
gran revolución empezó en Italia durante los siglos XIV y XV. Las
investigaciones comparativas se vieron estimuladas por el descubrimiento de
América y el estrechamiento de relaciones con el Medio Oriente. La corrupción
de la iglesia, el desarrollo de la vida urbana, la expansión del comercio
estaban disolviendo el espíritu teológico. “El Renacimiento italiano no
representa tanto una rebelión contra la autoridad como la secularización del
pensamiento”[2].
“Se
sustituyeron las causas sobrenaturales por las naturales”[3].
Petrarca
y Boccaccio fueron los padres de la historiografía moderna. Florentino Bruni,
el primer historiador que utilizó la crítica. Maquiavelo y Guicciardini
separaron a la literatura de la historiografía.
La
historiografía humanística se difundió por Europa. Se introdujo en Europa
Central el estudio alejado de asuntos religiosos.
Con
la aparición de Lutero la teología vuelve a dominar, y los estudios históricos
son eclesiásticos, también la historia se utilizaba para revelar hechos
materiales para intimidar al enemigo. Se conocieron documentos como los Anales,
decisivos para la contrarreforma.
Aunque
el tema principal de los historiadores durante los siglos XVI y XVII fue la
iglesia cristiana, algunos historiadores laicos se interesaron por asuntos
“profanos”. “Pithou y Pasquier estudiaron el origen de las instituciones
francesas, Du Cange delineó el campo desconocido del imperio Bizantino, D´Herbelot
resumió lo que hasta entonces se sabía de Oriente y Mézerai escribió la
historia de Francia. Mariana Dio a sus compatriotas una historia nacional de
España”[4].
El
tratado de Bodino se destaca entre los intentos a determinar los principios y
métodos del estudio histórico.
En
el siglo XVIII el campo de los estudios históricos se amplió, y la historia
adoptó una actitud crítica frente a las autoridades y tradiciones. Se hicieron
los primeros intentos para interpretar el fenómeno de la civilización.
En
la última parte del siglo la atención fue sobre todo en la arqueología.
Las
críticas de las practicas existentes y la moda de dudar del testimonio y la
tradición fue introducido por Bayle, pero Voltaire fue el que introdujo una
nueva actitud frente al pasado.
La
primera historia del género humano describía la vida moral, social, económica,
artística y literaria de Europa, esta historia deseaba señalar las etapas donde
la sociedad había pasado desde la barbarie de la Edad Media, a la civilización.
La
historiografía de la Ilustración puso fin a la historia que solo hacía
compilaciones. “Ensancho el objeto de la historia convirtiéndola de registro de
hechos en perspectiva de la civilización. Intentó introducir normas críticas y
principios sociológicos”[5] y en el siglo XVIII avanzó
a la interpretación de la vida de la humanidad.
Sin
embrago, la historia en la Ilustración tenía sus limitaciones, como la forma de
tratar el sentimiento religioso, que los estudios históricos no se enseñaban,
solamente era parte de la educación de los gobernantes, dificultad de acceso a
los documentos, la censura a los historiadores por parte de los países
católicos.
Solo
hasta el siglo XIX se dio la libertad de pensamiento y de expresión, la
penetración en distintas épocas, características de las que depende la ciencia
histórica.
Bibliografía:
G.P. Gooch. Historia e Historiadores en
el siglo XIX. Fondo de cultura económica. México, 1942.
No hay comentarios:
Publicar un comentario