Por: Waili Gamboa.
La
Ilustración era un programa para la reforma del orden feudal. Una vez que se
llegó a demostrar que las reformas posibles eran insuficientes, y que las más
ambiciosas no podrían imponerse, tocaba escoger “entre renunciar a la reforma y
volver al sostenimiento puro y simple del orden establecido”[1] o seguir, venciendo la
oposición y entrar por la vía revolucionaria.
En
las resistencia internas a la reforma, nace la historiografía de la revolución,
a diferencia de la escuela escocesa, estos hombres, no creen que “baste el crecimiento
económico para engendrar, en una evolución paralela, los cambios sociales”[2], y se dan cuenta que solo
la acción política puede desbloquear el camino y facilitar el propio proceso
económico. Así, es como los historiadores de la revolución descubrieron los
conceptos de clase y lucha de clases.
La
reflexión de estos historiadores de la revolución fue dentro de una sociedad
que todavía no era capitalista, ellos, planteaban dos salidas, una consistía en
“buscar la repetición del esquema inglés, desbrozando el camino para el
capitalismo”[3]
y la otra era considerar otras posibilidades de desarrollo económico y
organización social, que no sea expropiar a los campesinos, sino reforzarlos.
Este
proyecto alternativo, estaba en la idea de apoyarse en las masas campesinas y
construir así una sociedad igualitaria, proyecto que era rechazado por la
escuela histórica de escocia, ya que para ellos “la desigualdad económica y la
propiedad privada eran caracteres necesarios del propio proceso civilizador”[4], sin embargo, en Francia
en el siglo XVIII la vida agrícola comunitaria era vigente e importante, así
que el planteamiento de la escuela escocesa no se sostuvo. Los campesinos eran
el ejemplo que se podía vivir feliz y subsistir en sus condiciones, entonces se
planteaban la idea de fortalecer esos rasgos en vez de destruirlos con el
capitalismo.
Mably,
Rousseau y Montesquieu, creían en un pasado donde la propiedad estaba
igualmente repartida y en el caso de Montesquieu otorga el triunfo de Roma a la
igual repartición de tierras. Rousseau dice que la causa de todos los males fue
cuando se introdujo la propiedad privada.
“El
remedio reside en imponer un código […] “nada en la sociedad pertenecerá
singularmente y en propiedad a nadie” […] todo ciudadano “será sustentado,
mantenido y ocupado por cuente del público” y que “todo ciudadano contribuirá,
por su parte, a la utilidad pública según sus fuerzas, talento y edad””[5].
Una
vez conseguida la abolición de las cargas feudales, los sectores rurales que no
iban por el camino capitalista pedían “liquidar a los grandes propietarios”
En
el siglo XIX con la penetración del capitalismo en la economía campesina,
dónde la burguesía se había apropiado de
los bosques, los campesinos seguían con la idea de que los bosques les
pertenecían a todos, y aún estaban las propuestas de colectivo, así se explica
la influencia del marxismo en Francia.
Los
revolucionarios que pertenecían a la burguesía en acenso, llamados “ideólogos”
estaban en contra del reparto igualitario de la tierra. Anacharsis Cloots dice
que “convertir en cultivadores independientes a todos los campesinos implica
dejar sin asalariados a las grandes explotaciones agrícolas y a las fábricas”[6]. Condorcet sostenía que
“cada terreno tiene un dueño a quien los frutos pertenecen
exclusivamente”.Destutt de Tracy apunta que “la propiedad privada es una de las
nociones adquiridas por el hombre”[7] y que es imposible evitar
la desigualdad.
Los
historiadores de la época revolucionaria aportan a la teoría de la historia los
conceptos de clase y lucha de clases que “dan una dimensión política a la
interpretación economicista”[8]
Bibliografía:
FONTANA,
Josep. Historia, análisis del pasado y
proyecto social. (Cap: El pensamiento histórico de la revolución francesa).
Crítica, grupo editorial Grijalbo. Barcelona, 1982.
[1]
FONTANA, Josep. Historia, análisis del pasado y proyecto
social. (Cap: El pensamiento histórico de la revolución francesa). Crítica,
grupo editorial Grijalbo. Barcelona, 1982.
(pág. 98)
[2]
Ibídem.
[3]
Ibídem pág. 99
[4]
Ibídem.
[5]
Ibídem pág 101
[6] FONTANA, Josep. Historia, análisis del pasado y proyecto
social. (Cap: El pensamiento histórico de la revolución francesa). Crítica,
grupo editorial Grijalbo. Barcelona, 1982. Pág 103.
[7]
Ibídem pág. 104
[8]
Ibídem pág. 105
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