Waili Tatiana Gamboa
Martínez.
En este texto, el historiador Pablo Rodríguez,
explicará la característica de la familia colombiana, o mejor, de las familias
colombianas, en plural.
Colombia, por ser un país de regiones dónde cada una
tiene sus propias características, hace imposible reconocer la existencia de un
tipo específico de la familia Colombiana. El autor, habla de una sorprendente
variedad de familias: Extensa o reducida, fuerte o fragmentada, prospera o
pobre, patriarcal o en ocasiones matriarcal, autoritaria o afectiva. En
definitiva, podemos decir que la familia ha trazado el destino de cada
individuo, pero a su vez también de la estructura social.[1]
La sociedad Colombia tuvo el choque de distintos
grupos étnicos: Los indígenas, los negros y los peninsulares, este encuentro, y
cruce produjeron formas distintas de vivir la familia.
En este ensayo, el autor destacará algunos hechos
destacables en la historia de la familia, empezando por la época de la colonia.
Durante la época de la colonia casi toda la vida
social de los individuos era la familia, incluso el trabajo de muchos era en
sus propias casas, como es el caso de abogados, alcaldes o incluso tenderos.
La familia de la Colonia no es una familia numerosa,
la familia estaba constituida por padres e hijos y usualmente no eran más de
tres o cuatro hijos, pues había una alta mortalidad infantil. Las elites, por
el contrario tenían menos casos de muertes de niños, por lo tanto las familias
podrían tener entre ocho o diez hijos, y por otro lado, la gente fallecía más
temprano, lo que no permitía que se encontraran tres generaciones.
Las familias coloniales eran bastante variadas “La mayoría estaba conformada solo por
padres, los hijos y la servidumbre […] Otros incluían alguno de los abuelos.
También habían familias que se ampliaban con la presencia de una hermana, madre
soltera, o de un sobrino abandonado. […] había otras familias conformadas por
hermanas o hermanos solteros y sin hijos. O también algunas ancianas que vivían
acompañadas de una o varias esclavas.”[2]
Muchas familias carecían de una figura y sostén
paterno, pues había un gran número de mujeres que no vivían con los padres de
sus hijos, y las viudas representaban un segmento numeroso.
Contrario a lo que se piensa, ni los grupos sociales,
ni los grupos familiares vivían separados en la ciudad, están permanentemente
entremezcladas, integradas y debilitando los esquemas ideales de orden.[3]
La economía de la sociedad colonial era una economía
familiar, el oficio se heredaba y los hijos desde muy pequeños ayudaban.
Incluso en la actividad administrativa era normal que una familia monopolizara
los cargos oficiales.
En el caso del matrimonio el autor habla del Concilio
de Trento de 1563 como una característica fundamental, esta resolución subrayó
el carácter sacramental del matrimonio, precisó que era un vínculo único e
irrepetible, negó la disolución del matrimonio, prohibió contraer matrimonio
hasta el cuarto grado de parentesco.
En 1538 con el Concilio Sinodal empezaron con lo que
podríamos llamar un proceso de evangelización con los indígenas, en el caso del
matrimonio, fueron comprensivos con la unión entre parientes, pero la condición
de que los indígenas entendieran el carácter monógamo del matrimonio. El
catecismo se preocupó por cerciorarse que el matrimonio no fuera una
concertación entre los padres.
La actividad misionera en los pueblos indígenas
parecía haber influido en la vida familiar, pues se registra altas tasas de
matrimonio[4]. Un hecho contrario
ocurrió en las ciudades, el matrimonio estaba arraigado entre los peninsulares
y blancos y entre los mestizos acomodados, sin embargo, entre los mestizos
pobres, los mulatos, los negros y los indígenas “el matrimonio suponía
suponía la coincidencia de una serie de factores complejos que no eran fácil de
concretar. Entre estos factores cabe destacar el estricto sentido endogámico.” [5]
En el caso del mestizaje Pablo Rodríguez resalta que
la unión entre tres grupos raciales es una característica única de nuestro continente
americano. Aclara que nuestro mestizaje fue producto de la violación, el
concubinato y la poligamia, mas no del matrimonio, pues los españoles esperaron
a que llegaran las mujeres españolas, y aunque pudieron llegar a amar a las
indígenas, no las consideraban propias para el matrimonio católico. Sin
embargo, la ausencia de las mujeres españolas en las primeras décadas de la
conquista favoreció que algunas mestizas fueran reconocidas, sus hijos fueron
los primeros blancos de la tierra que pidieron reconocimiento.[6]
El mestizaje fue un fenómeno propiamente urbano, fue
en las ciudades donde se mezclaban sin ningún control, por el contrario, en los
campos, los indígenas y negros se unían entre sí.
Los mestizos conformaban su familia sin el matrimonio,
sin embargo eran aceptados por la comunidad siempre y cuando no dieran mal
ejemplo.
Nuestro mestizaje tuvo el componente del mulataje[7]. Los amoríos entre blancos
y mulatas fueron vistos con prejuicio y eran castigados así fueran solteros.
En la vida conyugal reinaba la violencia, muchos
maridos se justificaban diciendo que tenían el derecho de corregir a sus
esposas, en algunos casos, ellas morían a causa de los golpes. Algunos
investigadores descubrieron que algunas esposas comenzaron a cometer crímenes
contra sus maridos como una reacción desesperada.[8]
Pablo Rodríguez responde la pregunta de si las parejas
dormían juntas, en el caso de las clases populares, en la cama dormían la
pareja, los hijos y en ocasiones otro familiar; en la elite, había cama doble
para los esposos. Sin embargo “para
muchas personas no era fácil pernoctar en la misma cama. Distintas enfermedades
de la piel, respiratorias, bucales y genitales dificultaban la intimidad y
hacían el sexo doloroso”[9]
En el caso de los niños, hay autores que sostienen que
a estos no se le llegaba a amar, sino hasta que cumplían los tres años debido a
la altísima mortalidad infantil que principalmente eran por causas exógenas.
Producto de la ilegitimidad, muchos niños eran
abandonados, pero afortunadamente en algunos casos eran después adoptados por
una familia.
El autor nos habla de una “infancia robada” pues no
había industria de juguetes, y aunque algunas familias compraban muleques, es
decir, esclavos pequeños para que jugara con su hijo, estos no tenían una
adolescencia, y a muy temprana edad ya acompañaban a sus padres en sus labores.
Durante La República, en la independencia las guerras
tuvieron un impacto en la familia. Hubo una notable viudez femenina. La partida
a la guerra de tantos jóvenes dejó solteras a muchas mujeres. Muchos niños
quedaron huérfanos.
La figura femenina se transformó de heroína, pues
muchas mujeres tuvieron un protagónico importante en las guerras de
independencia, a la madre hogareña.
En el siglo XX las familias cambiaron su estructura,
volviéndose extensas, surgieron nuevas formas de vivir en pareja, como en el
caso del matrimonio civil que en el caso de Colombia se aprobó en 1974, y donde
las parejas eligieron casarse más maduras, además de la aparición del noviazgo
y aparece una infancia para los niños.
Por último, acudiré a la conclusión de Pablo Rodríguez
para cerrar también esta reseña:
“Lejos
de toda inmovilidad o marginalidad, la familia es una institución central en la
historia colombiana […] La familia ja jugado un papel demasiado importante para el país […] La familia anidó
las mayores contradicciones de sus orígenes: la violencia del mestizaje, y la
bisagra legitimidad/ilegitimad […] La sociedad Colombiana, como se ha visto. Ha
sido una sociedad familiar. Es cierto, la familia en mucho ha dejado de ser ese
eje organizador de la gran economía y la alta política, como en esencia lo fue
para el pasado, más, sigue siendo el principal vínculo social de todo
individuo. Papel valioso que cumple ahora en tiempos de guerra y pobreza:
refugio, protección, afecto, asistencia”.[10]
Bibliografía:
RODRÍGUEZ, Pablo. La familia en Colombia.
[1] RODRIGUEZ, Pablo. La familia en
Colombia. Pág. 247.
[2] Ibídem. Pág. 249.
[3] RODRIGUEZ, Pablo. La familia en
Colombia. Pág. 250.
[4] Ibidem Pág. 255.
[5] Ibidem Pág. 256.
[6] Ibidem pág. 259.
[7] RODRIGUEZ, Pablo. La familia en
Colombia. Pág. 261
[8] Ibidem. Pág. 262.
[9] Ibidem. Pág. 264
[10] RODRIGUEZ, Pablo. La familia en
Colombia. Pág. 287.
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