martes, 3 de marzo de 2015

Reseña: La familia en Colombia de Pablo Rodríguez.

Waili Tatiana Gamboa Martínez.

En este texto, el historiador Pablo Rodríguez, explicará la característica de la familia colombiana, o mejor, de las familias colombianas, en plural.

Colombia, por ser un país de regiones dónde cada una tiene sus propias características, hace imposible reconocer la existencia de un tipo específico de la familia Colombiana. El autor, habla de una sorprendente variedad de familias: Extensa o reducida, fuerte o fragmentada, prospera o pobre, patriarcal o en ocasiones matriarcal, autoritaria o afectiva. En definitiva, podemos decir que la familia ha trazado el destino de cada individuo, pero a su vez también de la estructura social.[1]

La sociedad Colombia tuvo el choque de distintos grupos étnicos: Los indígenas, los negros y los peninsulares, este encuentro, y cruce produjeron formas distintas de vivir la familia.
En este ensayo, el autor destacará algunos hechos destacables en la historia de la familia, empezando por la época de la colonia.

Durante la época de la colonia casi toda la vida social de los individuos era la familia, incluso el trabajo de muchos era en sus propias casas, como es el caso de abogados, alcaldes o incluso tenderos.

La familia de la Colonia no es una familia numerosa, la familia estaba constituida por padres e hijos y usualmente no eran más de tres o cuatro hijos, pues había una alta mortalidad infantil. Las elites, por el contrario tenían menos casos de muertes de niños, por lo tanto las familias podrían tener entre ocho o diez hijos, y por otro lado, la gente fallecía más temprano, lo que no permitía que se encontraran tres generaciones.

Las familias coloniales eran bastante variadas “La mayoría estaba conformada solo por padres, los hijos y la servidumbre […] Otros incluían alguno de los abuelos. También habían familias que se ampliaban con la presencia de una hermana, madre soltera, o de un sobrino abandonado. […] había otras familias conformadas por hermanas o hermanos solteros y sin hijos. O también algunas ancianas que vivían acompañadas de una o varias esclavas.”[2]

Muchas familias carecían de una figura y sostén paterno, pues había un gran número de mujeres que no vivían con los padres de sus hijos, y las viudas representaban un segmento numeroso.

Contrario a lo que se piensa, ni los grupos sociales, ni los grupos familiares vivían separados en la ciudad, están permanentemente entremezcladas, integradas y debilitando los esquemas ideales de orden.[3]

La economía de la sociedad colonial era una economía familiar, el oficio se heredaba y los hijos desde muy pequeños ayudaban. Incluso en la actividad administrativa era normal que una familia monopolizara los cargos oficiales.

En el caso del matrimonio el autor habla del Concilio de Trento de 1563 como una característica fundamental, esta resolución subrayó el carácter sacramental del matrimonio, precisó que era un vínculo único e irrepetible, negó la disolución del matrimonio, prohibió contraer matrimonio hasta el cuarto grado de parentesco.

En 1538 con el Concilio Sinodal empezaron con lo que podríamos llamar un proceso de evangelización con los indígenas, en el caso del matrimonio, fueron comprensivos con la unión entre parientes, pero la condición de que los indígenas entendieran el carácter monógamo del matrimonio. El catecismo se preocupó por cerciorarse que el matrimonio no fuera una concertación entre los padres.

La actividad misionera en los pueblos indígenas parecía haber influido en la vida familiar, pues se registra altas tasas de matrimonio[4]. Un hecho contrario ocurrió en las ciudades, el matrimonio estaba arraigado entre los peninsulares y blancos y entre los mestizos acomodados, sin embargo, entre los mestizos pobres, los mulatos, los negros y los indígenas “el matrimonio suponía suponía la coincidencia de una serie de factores complejos que no eran fácil de concretar. Entre estos factores cabe destacar el estricto sentido endogámico.” [5]

En el caso del mestizaje Pablo Rodríguez resalta que la unión entre tres grupos raciales es una característica única de nuestro continente americano. Aclara que nuestro mestizaje fue producto de la violación, el concubinato y la poligamia, mas no del matrimonio, pues los españoles esperaron a que llegaran las mujeres españolas, y aunque pudieron llegar a amar a las indígenas, no las consideraban propias para el matrimonio católico. Sin embargo, la ausencia de las mujeres españolas en las primeras décadas de la conquista favoreció que algunas mestizas fueran reconocidas, sus hijos fueron los primeros blancos de la tierra que pidieron reconocimiento.[6]

El mestizaje fue un fenómeno propiamente urbano, fue en las ciudades donde se mezclaban sin ningún control, por el contrario, en los campos, los indígenas y negros se unían entre sí.

Los mestizos conformaban su familia sin el matrimonio, sin embargo eran aceptados por la comunidad siempre y cuando no dieran mal ejemplo.

Nuestro mestizaje tuvo el componente del mulataje[7]. Los amoríos entre blancos y mulatas fueron vistos con prejuicio y eran castigados así fueran solteros.

En la vida conyugal reinaba la violencia, muchos maridos se justificaban diciendo que tenían el derecho de corregir a sus esposas, en algunos casos, ellas morían a causa de los golpes. Algunos investigadores descubrieron que algunas esposas comenzaron a cometer crímenes contra sus maridos como una reacción desesperada.[8]

Pablo Rodríguez responde la pregunta de si las parejas dormían juntas, en el caso de las clases populares, en la cama dormían la pareja, los hijos y en ocasiones otro familiar; en la elite, había cama doble para los esposos. Sin embargo “para muchas personas no era fácil pernoctar en la misma cama. Distintas enfermedades de la piel, respiratorias, bucales y genitales dificultaban la intimidad y hacían el sexo doloroso”[9]

En el caso de los niños, hay autores que sostienen que a estos no se le llegaba a amar, sino hasta que cumplían los tres años debido a la altísima mortalidad infantil que principalmente eran por causas exógenas.

Producto de la ilegitimidad, muchos niños eran abandonados, pero afortunadamente en algunos casos eran después adoptados por una familia.

El autor nos habla de una “infancia robada” pues no había industria de juguetes, y aunque algunas familias compraban muleques, es decir, esclavos pequeños para que jugara con su hijo, estos no tenían una adolescencia, y a muy temprana edad ya acompañaban a sus padres en sus labores.

Durante La República, en la independencia las guerras tuvieron un impacto en la familia. Hubo una notable viudez femenina. La partida a la guerra de tantos jóvenes dejó solteras a muchas mujeres. Muchos niños quedaron huérfanos.

La figura femenina se transformó de heroína, pues muchas mujeres tuvieron un protagónico importante en las guerras de independencia,  a la madre hogareña.

En el siglo XX las familias cambiaron su estructura, volviéndose extensas, surgieron nuevas formas de vivir en pareja, como en el caso del matrimonio civil que en el caso de Colombia se aprobó en 1974, y donde las parejas eligieron casarse más maduras, además de la aparición del noviazgo y aparece una infancia para los niños.

Por último, acudiré a la conclusión de Pablo Rodríguez para cerrar también esta reseña:

“Lejos de toda inmovilidad o marginalidad, la familia es una institución central en la historia colombiana […] La familia ja jugado un papel demasiado  importante para el país […] La familia anidó las mayores contradicciones de sus orígenes: la violencia del mestizaje, y la bisagra legitimidad/ilegitimad […] La sociedad Colombiana, como se ha visto. Ha sido una sociedad familiar. Es cierto, la familia en mucho ha dejado de ser ese eje organizador de la gran economía y la alta política, como en esencia lo fue para el pasado, más, sigue siendo el principal vínculo social de todo individuo. Papel valioso que cumple ahora en tiempos de guerra y pobreza: refugio, protección, afecto, asistencia”.[10]

Bibliografía: RODRÍGUEZ, Pablo. La familia en Colombia.






[1] RODRIGUEZ, Pablo. La familia en Colombia. Pág. 247.
[2] Ibídem. Pág. 249.
[3] RODRIGUEZ, Pablo. La familia en Colombia. Pág. 250.
[4] Ibidem Pág. 255.
[5] Ibidem Pág. 256.
[6] Ibidem pág. 259.
[7] RODRIGUEZ, Pablo. La familia en Colombia. Pág. 261
[8] Ibidem. Pág. 262.
[9] Ibidem. Pág. 264
[10] RODRIGUEZ, Pablo. La familia en Colombia. Pág. 287. 

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