domingo, 22 de noviembre de 2015

Reseña: "Mestizaje y diferenciación social en el nuevo reino de Granada en la segunda mitad del siglo XVIII" de Jaime Jaramillo Uribe.

Por: Waili Tatiana Gamboa Martínez. 


Jaime Jaramillo Uribe “Historiador antioqueño (Abejorral, 1917 - Bogotá, 2015). Pionero, orientador y maestro de la profesionalización de la Historia en Colombia, Jaime Jaramillo Uribe introdujo en los medios universitarios la moderna Historia Social y de la Cultura, tendencias relacionadas con la llamada "Nueva Historia". Jaramillo estudió y se licenció en Ciencias Económicas y Sociales en la Escuela Normal Superior en 1941, entidad en la que se formó la primera generación de científicos sociales que tuvo el país, pioneros, la mayor parte de ellos, en el estudio de la antropología, la arqueología, la sociología y la lingüística, y donde hubo un selecto grupo de profesores extranjeros, migrantes de la guerra civil española y de la segunda Guerra Mundial.”[1]
                                              
Jaramillo abre este texto con dos preguntas: ¿Fue nuestra sociedad colonial, tal como aparece cuajada y configurada en las décadas anteriores a la Independencia una sociedad abierta, móvil y en este sentido dernocratica ? ¿O fue una sociedad cerrada?”[2]

Jaramillo confiesa que es difícil contestar estas preguntas, pues de la sociedad Nueva Granada no se puede decir si fue de lo uno o de lo otro, pues según el momento histórico, unas veces podemos hablar de apertura y movilidad, y otras de rigidez de los estratos y estatismo social.[3]

Los siglos XVI y XVII son periodos de formación de la nueva sociedad salida del contacto entre la sociedad indígena y la española que llegaba con los conquistadores y colonos, en cambio el siglo XVII sobre todo el siglo XVIII constituyen un periodo de sedimentación y de consolidación de estratos sociales perfectamente diferenciados.[4]

En esos primeros siglos ni la densidad demográfica, ni la complejidad de las relaciones eran suficientes para formar una sociedad diferenciada, como para que en ella se produjeran formas de conciencia de grupo, discriminaciones y oposiciones de intereses “capaces de producir las tensiones y conflictos propios de una sociedad densamente estratificada”. “Fue indispensable que avanzaran el desarrollo de las riquezas y las diferenciaciones patrimoniales, y se diera una notable división del trabajo entre mineros, labradores, terratenientes, artesanos, burócratas, y una división entre hombres de campo y hombres de ciudad, para que la sociedad presentara una estratificación considerable”.[5] Tales condiciones solo se encuentran en estado de madurez en el siglo XVIII y particularmente en la segunda mitad de esta centuria.

Sin el proceso de mestizaje nuestra sociedad habría tenido una estructura mucho
más rígida.
A fines del siglo XVIII Aunque el porcentaje de población indígena era aún alto, es importante tener en cuenta que las lenguas indígenas habían prácticamente desaparecido en la región central del territorio y  la gran parte de la población indígena hablaba el español y practicaba la religión católica, es decir, estaban altamente “aculturizados”.[6]

El mestizaje representaba el proceso dinámico que tendía a eliminar diferencias socio-raciales porque constituía una posibilidad de ascenso y mejoramiento del status, “…las prerrogativas y privilegios legales y de hecho, tanto económicos como sociales terminaron por crear en el siglo XVIII una sociedad estratificada, compartimentada, de tendencia cerrada, dividida en grupos socio-raciales bien diferenciados o en "castas" como se decía entonces.”[7]

Es claro que el mestizaje también se vio favorecido porque el español tuvo menos prejuicios raciales que el anglosajón y que su concepción católica de la personalidad humana, u su de su tradición de mezcla y contacto con musulmanes y africanos hacían más fácil el mestizaje con indígenas y negros.[8]  

Desde la segunda mitad del siglo XVI las autoridades españolas comenzaron a tomar medidas discriminatorias contra el mestizo. “Para ocupar determinados cargos públicos como los de regidores, alcaldes o capitanes de guerra, se les exigía limpieza de sangre o ser vecino o persona de consideración”[9]

El mestizo generalmente era calificado en los documentos oficiales como “vagabundo, inestable y hacedor de agravios, especialmente contra los indios”.[10] A mediados del siglo XVII el calificativo de mestizo era ya un insulto.

A pesar del desprecio hacia los mestizos, era común que algunos indígenas quisieran ser considerados como mestizos para poderse librar del indulto y para tener la posibilidad de “blanqueamiento”.[11] 

La mezcla de razas había llegado a un estado en que ya era difícil saber con certeza, al menos por las facciones, quien era blanco y quien mestizo. Muchos mestizos se declaraban blancos y limpios de sangre.

En cuanto al matrimonio, en el siglo XVIII las autoridades Españolas tenían una política marcadamente segregacionista, especialmente con el negro.

EI acceso a los establecimientos de educación superior, universidades, colegios mayores y seminarios estaba limitado Por fuertes discriminaciones. “Para cursar y obtener grados  en las únicas profesiones existentes entonces, a saber, la jurisprudencia y la carrera eclesiástica, era indispensable probar la limpieza de sangre”.[12]


La diferencia también se veía en la división de oficios y ocupaciones en nobles y plebeyos.  “La burocracia, aun en los más modestos niveles, como la escribanía de oficinas públicas, así como las profesiones de jurisprudencia y oficios eclesiásticos, eran reputados actividades nobles. En cambio todo lo que significaba trabajo manual, como oficios artesanos y aun las profesiones de maestro de escuela y cirujano, se tenían como propias de las castas de mestizos”.[13]

También el uso y evolución de ciertas formas de tratamiento social como el “don” es un diferenciador de la sociedad colonial.

En el siglo XVIII era exclusivamente usado por una minoría, y señalaba blancura y nobleza. Sin embrago, el “don” va sufriendo un proceso de deterioro que indica “los progresos de las fuerzas niveladoras y el debilitamiento del linaje como elemento básico del status social”[14].

El historiador Ludwig Pfandl dice  que “ya en el tiempo de Cervantes […] el “don” llegó a ser reclamado por los pequeños hidalgos y aun usado por gente baja y hasta por rameras públicas que se nombraban donas 54. Las mismas anotaciones hacia Morel-Fatio cuando hablaba del prurito de usurpar el don y el dona en el siglo XVI por dueños y fanfarrones de la milicia”[15]. El “don” llegó a ser usado incluso durante los siglos XVI, XVII y XVIII por caciques indígenas.[16]

Con el advenimiento de la Republica el proceso de desvalorización del “don” tomo un curso aún más acelerado. Con la idea democrática de sustituirlos todos por el título de ciudadano, las constituciones republicanas prohibieron el uso de títulos nobiliarios o que simplemente evocaran pretensión de nobleza.[17]


Bibliografía:

·         JARAMILLO Uribe, Jaime. Mestizaje y diferenciación social en el nuevo reino de Granada en la segunda mitad del siglo XVIII. Tomado de: http://www.bdigital.unal.edu.co/30762/1/29674-106573-1-PB.pdf el 28-10.15.
·         Jaramillo Uribe, Jaime. Tomado de: http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/biografias/jaraurib.htm el 28-10-15.






[1] Jaramillo Uribe, Jaime. Tomado de: http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/biografias/jaraurib.htm el 28-10-15.
[2] JARAMILLO Uribe, Jaime. Mestizaje y diferenciación social en el nuevo reino de Granada en la segunda mitad del siglo XVIII. Tomado de: http://www.bdigital.unal.edu.co/30762/1/29674-106573-1-PB.pdf el 28-10.15.
[3] Ibidem.
[4] Ibidem.
[5] Ibidem.
[6] Ibidem.
[7] Ibidem.
[8] Ibidem.
[9] Ibidem.
[10] Ibidem.
[11] Ibidem.
[12] Ibidem.
[13] Ibidem.
[14] Ibidem.
[15] Ibidem.
[16] Ibidem.
[17] Ibidem. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario