Por: Waili Tatiana Gamboa Martínez.
Jaime Jaramillo Uribe “Historiador antioqueño (Abejorral, 1917 - Bogotá, 2015). Pionero, orientador y maestro de la profesionalización de la Historia en Colombia, Jaime Jaramillo Uribe introdujo en los medios universitarios la moderna Historia Social y de la Cultura, tendencias relacionadas con la llamada "Nueva Historia". Jaramillo estudió y se licenció en Ciencias Económicas y Sociales en la Escuela Normal Superior en 1941, entidad en la que se formó la primera generación de científicos sociales que tuvo el país, pioneros, la mayor parte de ellos, en el estudio de la antropología, la arqueología, la sociología y la lingüística, y donde hubo un selecto grupo de profesores extranjeros, migrantes de la guerra civil española y de la segunda Guerra Mundial.”[1]
Jaramillo abre este texto con dos preguntas: “¿Fue nuestra sociedad colonial, tal como aparece
cuajada y configurada en las décadas anteriores a la Independencia una sociedad
abierta, móvil y en este sentido dernocratica ? ¿O fue una sociedad cerrada?”[2]
Jaramillo
confiesa que es difícil contestar estas preguntas, pues de la sociedad Nueva Granada
no se puede decir si fue de lo uno o de lo otro, pues según el momento
histórico, unas veces podemos hablar de apertura y movilidad, y otras de
rigidez de los estratos y estatismo social.[3]
Los siglos XVI
y XVII son periodos de formación de la nueva sociedad salida del contacto entre
la sociedad indígena y la española que llegaba con los conquistadores y
colonos, en cambio el siglo XVII sobre todo el siglo XVIII constituyen un
periodo de sedimentación y de consolidación de estratos sociales perfectamente
diferenciados.[4]
En esos
primeros siglos ni la densidad demográfica, ni la complejidad de las relaciones
eran suficientes para formar una sociedad diferenciada, como para que en ella
se produjeran formas de conciencia de grupo, discriminaciones y oposiciones de
intereses “capaces de producir las tensiones y conflictos propios de una
sociedad densamente estratificada”. “Fue
indispensable que avanzaran el desarrollo de las riquezas y las
diferenciaciones patrimoniales, y se diera una notable división del trabajo
entre mineros, labradores, terratenientes, artesanos, burócratas, y una
división entre hombres de campo y hombres de ciudad, para que la sociedad
presentara una estratificación considerable”.[5] Tales condiciones solo se
encuentran en estado de madurez en el siglo XVIII y particularmente en la
segunda mitad de esta centuria.
Sin el proceso
de mestizaje nuestra sociedad habría tenido una estructura mucho
más rígida.
A fines del
siglo XVIII Aunque el porcentaje de población indígena era aún alto, es
importante tener en cuenta que las lenguas indígenas habían prácticamente
desaparecido en la región central del territorio y la gran parte de la población indígena hablaba
el español y practicaba la religión católica, es decir, estaban altamente
“aculturizados”.[6]
El mestizaje
representaba el proceso dinámico que tendía a eliminar diferencias
socio-raciales porque constituía una posibilidad de ascenso y mejoramiento del
status, “…las prerrogativas y privilegios
legales y de hecho, tanto económicos como sociales terminaron por crear en el
siglo XVIII una sociedad estratificada, compartimentada, de tendencia cerrada,
dividida en grupos socio-raciales bien diferenciados o en "castas"
como se decía entonces.”[7]
Es claro que
el mestizaje también se vio favorecido porque el español tuvo menos prejuicios
raciales que el anglosajón y que su concepción católica de la personalidad
humana, u su de su tradición de mezcla y contacto con musulmanes y africanos hacían
más fácil el mestizaje con indígenas y negros.[8]
Desde la
segunda mitad del siglo XVI las autoridades españolas comenzaron a tomar medidas
discriminatorias contra el mestizo. “Para
ocupar determinados cargos públicos como los de regidores, alcaldes o capitanes
de guerra, se les exigía limpieza de sangre o ser vecino o persona de
consideración”[9]
El mestizo generalmente
era calificado en los documentos oficiales como “vagabundo, inestable y hacedor
de agravios, especialmente contra los indios”.[10] A mediados del siglo XVII
el calificativo de mestizo era ya un insulto.
A pesar del
desprecio hacia los mestizos, era común que algunos indígenas quisieran ser
considerados como mestizos para poderse librar del indulto y para tener la
posibilidad de “blanqueamiento”.[11]
La mezcla de
razas había llegado a un estado en que ya era difícil saber con certeza, al
menos por las facciones, quien era blanco y quien mestizo. Muchos mestizos se
declaraban blancos y limpios de sangre.
En cuanto al
matrimonio, en el siglo XVIII las autoridades Españolas tenían una política
marcadamente segregacionista, especialmente con el negro.
EI acceso a los
establecimientos de educación superior, universidades, colegios mayores y
seminarios estaba limitado Por fuertes discriminaciones. “Para cursar y obtener grados en
las únicas profesiones existentes entonces, a saber, la jurisprudencia y la
carrera eclesiástica, era indispensable probar la limpieza de sangre”.[12]
La diferencia
también se veía en la división de oficios y ocupaciones en nobles y
plebeyos. “La burocracia, aun en los más modestos niveles, como la escribanía de
oficinas públicas, así como las profesiones de jurisprudencia y oficios eclesiásticos,
eran reputados actividades nobles. En cambio todo lo que significaba trabajo
manual, como oficios artesanos y aun las profesiones de maestro de escuela y cirujano,
se tenían como propias de las castas de mestizos”.[13]
También el uso
y evolución de ciertas formas de tratamiento social como el “don” es un
diferenciador de la sociedad colonial.
En el siglo
XVIII era exclusivamente usado por una minoría, y señalaba blancura y nobleza.
Sin embrago, el “don” va sufriendo un proceso de deterioro que indica “los progresos de las fuerzas niveladoras y
el debilitamiento del linaje como elemento básico del status social”[14].
El historiador
Ludwig Pfandl dice que “ya en el tiempo de Cervantes […] el “don”
llegó a ser reclamado por los pequeños hidalgos y aun usado por gente baja y
hasta por rameras públicas que se nombraban donas 54. Las mismas anotaciones
hacia Morel-Fatio cuando hablaba del prurito de usurpar el don y el dona en el
siglo XVI por dueños y fanfarrones de la milicia”[15].
El “don” llegó a ser usado incluso durante los siglos XVI, XVII y XVIII por
caciques indígenas.[16]
Con el advenimiento
de la Republica el proceso de desvalorización del “don” tomo un curso aún
más acelerado. Con la idea democrática de sustituirlos todos por el título de
ciudadano, las constituciones republicanas prohibieron el uso de títulos
nobiliarios o que simplemente evocaran pretensión de nobleza.[17]
Bibliografía:
·
JARAMILLO Uribe, Jaime. Mestizaje y diferenciación social en el nuevo reino de Granada en la
segunda mitad del siglo XVIII. Tomado de: http://www.bdigital.unal.edu.co/30762/1/29674-106573-1-PB.pdf el 28-10.15.
·
Jaramillo
Uribe, Jaime. Tomado de: http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/biografias/jaraurib.htm el 28-10-15.
[1] Jaramillo Uribe, Jaime. Tomado de: http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/biografias/jaraurib.htm el 28-10-15.
[2] JARAMILLO Uribe, Jaime. Mestizaje
y diferenciación social en el nuevo reino de Granada en la segunda mitad del
siglo XVIII. Tomado de: http://www.bdigital.unal.edu.co/30762/1/29674-106573-1-PB.pdf el 28-10.15.
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