domingo, 22 de noviembre de 2015

Reseña: La ilustración de Outram. Cap. I: ¿Qué es la ilustración? Y Cap. II: Los cafés y los consumidores: El contexto social de la Ilustración.

Por: Waili Tatiana Gamboa Martínez. 

“Dorinda Outram es profesora de Historia en la Universidad de Rochester. Ella se especializa en la historia europea desde 1648-1848, con especial énfasis en la Ilustración y la Revolución Francesa, la historia del cuerpo, la historia de la ciencia y la historia de la exploración geográfica. […] Outram se educó en la Universidad de Cambridge.”[1] 

En este primer capítulo la autora explica las diferentes interpretaciones de la Ilustración.
La ilustración se ha definido de muchas formas diferentes, incluso en la época se tenía muy claro que el Illuminismo Italiano, el Lumieres Francés,  el Aufklärung Alemán eran diferentes entre sí.[2]

Para el filósofo judío Moses Mendelssohn (1729-1786) “”Ilustración” se refería a un proceso, aún incompleto, de educación en el uso de la razón, que debería estar abierto a todos”[3]. Mendelssohn apoyaba la “filosofía popular” que procuraba difundir las ideas de la Ilustración entre las clases más bajas. Otros autores por el contrario propinan que la Ilustración  era definida por la estética.

Immanuel Kant (1724-1804) pensaba que el uso de la razón tenía que desarrollarse lo más posible, sin embargo esto podría llegar a disolver el orden social, político y económico llevando al caos.      
   
Kant ofrecía varios significados de la Ilustración, pero deja claro que la Ilustración era un proceso, no un proyecto ya concluido y que por lo tanto estaba lleno de dificultades y contradicciones.

Hasta hace muy poco tiempo, la Ilustración era vista como un movimiento unitario, y que a grandes rasgos los asuntos humanos eran guiados por la racionalidad. Sin embargo no es tan homogéneo como se tiende a entender, por ejemplo, “…la hostilidad de pensadores como Voltaire y Diderot hacia la iglesia católica era muy diferente del profundo interés por las cuestiones teológicas que mostraron pensadores alemanes tales como Christian Wolff y Leibniz”[4]

Peter Gay, al igual que Cassirer, plantean la Ilustración con un pensamiento más positivista determinando su cronología a partir de las vidas de grandes pensadores. Para Gay la primera etapa de este movimiento empezó con Voltaire, seguida de  Denis Diderot, D’Akembert y Jean-Jacques Rousseau; La ilustración tardía se limita a las vidas de Lessing y Kant, además afirma que este movimiento consistió en la hostilidad a la religión y la búsqueda de la libertad y el progreso alcanzada por la razón.[5] Pero sin duda el aporte más importante de Gay fue vincular las colonias Americanas a la Ilustración sustentando que el compromiso con “la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”[6] de la independencia de los EE.UU era un discurso propio de la Ilustración.

Para los historiadores estudiosos de la Ilustración la transmisión de ideas se dio por medio de periódicos, panfletos, cartas, libros y acontecimientos políticos.

En los años setenta los historiadores se interesaron por “la base social de la ilustración” y por el problema de cómo se transmitían y usaban las ideas.

En el periodo de la Ilustración el hombre logró dominar la naturaleza “…y después a otros seres humanos al controlarlos “racionalmente” mediante el uso de la tecnología”.[7]

Podemos decir entonces que la Ilustración es totalitaria pues “abandona la búsqueda del significado y se limita a tratar de ejercer poder sobre la naturaleza y el mundo”[8].

El filósofo alemán Jürgen Habernmas, retomando ideas de Horkheimer y Adorno decía que la Ilustración consumía cultura y la convertía en mercancía. Él también vio a la Ilustración como creadora del “dominio de lo público”, o sea que puede provocar el surgimiento de una “opinión pública que empezara a cuestionar las fuerzas establecidas.[9]

“…los hombres podían despojarse de sujetos y adquirir autonomía en el ejercicio e intercambio de sus propias opiniones e ideas. […] Habernas reinterpretó la cultura de la Ilustración como un mundo en el cual el conocimiento conservaba su capacidad de liberar por medio de la crítica, incluso sin dejar de ser una mercancía”.[10]

Foucault adoptó la perspectiva de Kant de que la Ilustración no estaba completa, y ambos coincidían en que la Ilustración servía para evaluar el presente. Hoy aún muchos autores sostienen que la Ilustración es un periódico  histórico cerrado.

Como hemos visto, la Ilustración se ha interpretado de muchas formas. Por ejemplo algunos historiadores muestra una relación entre la Ilustración y el surgimiento de un mundo global. “Por globalización se entiende aquí el estudio de la historia de los factores que, con creciente velocidad desde la Ilustración, se han conjugado para convertir al mundo en un sistema único”[11] 

En el segundo capítulo la autora nos esboza en el contexto social de la Ilustración.
La investigación histórica se ha concentrado en el contexto social en el cual se produjeron, recibieron y “sacaron del mercado” las ideas de la Ilustración.[12]

Autores como Muchembled y Roger Chartier han estudiado la penetración de las ideas de la Ilustración de las élites hasta las clases sociales más bajas.[13]

Muchos estudiosos de la Ilustración han identificado también el establecimiento por toda Europa de nuevas Instituciones y organizaciones en las que se podía examinar y discutir ideas. En estas Instituciones serían lo que Jürgen Habermas describió como “la nueva esfera pública” del siglo XVIII[14].

Para entender los modos de difusión de la Ilustración Outram nos explica algunas características del periodo.

El siglo XVIII fue una época de expansión económica, urbanización creciente, aumento de la población y mejora de las comunicaciones para Europa Occidental y América del Norte. Partes de Gran Bretaña, Holanda y el Norte de Italia entraron en la “Revolución Industrial”. Este mundo nuevo, si queremos llamarlo asi, trajo consigo la “división del trabajo” lo que hizo posible producir mayor cantidad de bienes de consumo a precios más bajos.

Los bienes de gran producción en su mayoría eran libros, panfletos, periódicos, pinturas, todos los cuales eran medios para la transmisión de ideas. Estos medios culturales se vieron apoyados además por la traducción y por la difusión en las colonias de América, el Caribe, la India y lo que es hoy Indonesia.

Al final, este intercambio contribuyó a la homogenización del mundo, donde prevaleció la cultura Europea, derrumbando los sistemas culturales indígenas.

Autores como Thomas Crow han estudiado la relación entre la transmisión de las ideas y la palabra escrita. Aunque Darnton sostiene que a la gente solo se le ensañaba a leer para seguir la misa en Latin, y que no tenían mayor fluidez de alguna manera la sociedad no letrada tenía exceso a los textos, un ejemplo que nos da Outram es la lectura en voz.

También hubo un aumento al acceso físico al material, pues hubo un crecimiento de las librerías de préstamo.

“Más del 70% de los libros prestados correspondían a la categoría de las novelas; el 10% era la historia, biografías y viajes, y menos del 1% era de obras religiosas”[15]

Los libros más leídos en la Ilustración eran escritos por hombres y mujeres que no están en la lista de los Ilustrados.  Fueron estos los que produjeron el grueso de lo que se leía.

Estos cambios de la lectura fueron acompañados por cambios en la posición social de escritores y editores, pues estos se convirtieron en formadores de conocimiento y la opinión, este grupo, se organizó en la República de las Letras que incluso hicieron posibles la aparición de La Enciclopedia.

“Grub Street” era una comunidad de escritores independientes quienes atacaban de manera directa al statu quo.

En La República de las Letras estaba dividida entre hombres y mujeres, pues aunque habían muchas mujeres en el “Grub Street”, recibían muchas críticas producto del texto de Rousseau de Emilio, o de la educación que decía que la mujer estaba dominada por la emoción y se le dificultaba contribuir ideas desde la racionalidad.

Todas estas nuevas “instituciones” como las llama Outram, se volvieron espacios en los cuales se abandonaba temporalmente las distinciones entre los miembros para buscar para el intercambio de ideas y convertirlas en una fuerza de la “opinión pública”
Una de estas Instituciones fue la masonería, que por su carácter secreto y por la amenaza que pensaba que podría representar para el statu quo fue rechazado por algunos países en Europa.

Hasta ahora Outram solo nos ha hablado de la población urbana, lo que suscita una pregunta: ¿Cómo penetraron las ideas de la Ilustración en las clases sociales fuera de las elites? Esto se dio gracias a colecciones de libros pequeños de elaboración barata que incluían almanaques con consejos agrícolas y predicciones del clima, biografías sensacionalistas de criminales famosos, versiones resumidas de novelas recientes.[16]

Otra manera de transmisión de las ideas de la Ilustración fue  por la forzada intimidad que vivían los sirvientes (que usualmente eran de zonas rurales) con sus amos, lo que derrumbó la división nítida entre la  baja y alta cultura. Además, los sirvientes, serían los que servirían de puente para la población en el campo que a través de los servicios postales tenían la oportunidad de recibir las experiencias e ideas de quienes vivian en la ciudad.

Bibliografía:

·         OUTRAM, D. La Ilustración. Siglo XXI. México, 2009.
·         Berkley Center. Dorinda Outram. Tomado de: http://berkleycenter.georgetown.edu/people/dorinda-outram el 3 Agosto 2015.  La traducción es mía.



[1] Berkley Center. Dorinda Outram. Tomado de: http://berkleycenter.georgetown.edu/people/dorinda-outram el 3 Agosto 2015.  La traducción es mía.
[2] OUTRAM, D. La Ilustración. Siglo XXI. México, 2009. Pág. 9.
[3] Ibidem.
[4] Ibidem. Pág. 11
[5] OUTRAM, D. La Ilustración. Siglo XXI. México, 2009. Pág 12.
[6] Ibidem.
[7] Ibidem. Pág. 15.
[8] Ibidem.
[9] Ibidem. Pág. 16.
[10] Ibidem.
[11] Ibidem. Pág. 18.
[12] OUTRAM, D. La Ilustración. Siglo XXI. México, 2009. Pág. 21.
[13] Ibidem. Pág. 22.
[14] Ibidem.
[15] Ibidem. Pág. 29.
[16] OUTRAM, D. La Ilustración. Siglo XXI. México, 2009. Pág. 37.

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