lunes, 23 de noviembre de 2015

Reseña: "La prosa de la contrainsurgencia" de Guha.

Waili Tatiana Gamboa Martínez.


“Ranajit Guha' (23 de mayo de 1922) es un historiador indio, que fundó el Grupo de Estudios Subalternos, dedicado al estudio de los grupos durante el colonialismo y el poscolonialismo en el sur de Asia.”[1]

Bajo el Raj, cuando un campesino se rebelaba en cualquier tiempo o lugar, lo hacía violando una serie de códigos que definían su propia existencia como miembro de aquella sociedad colonial, y en gran medida semifeudal, pues “su condición subalterna se materializaba en la estructura de la propiedad y era institucionalizada por la ley, santificada por la religión y hecha tolerable por la tradición. De hecho, rebelarse significaba destruir muchos de estos signos familiares”.[2]

En este capítulo, Guha intenta desmentir el mito, acerca de que “la insurgencia campesina son puramente espontáneas e impremeditadas”[3] comparándolo incluso con la naturaleza, pero por el contrario la insurgencia fue una empresa motivada y consciente llevada a cabo por las masas rurales[4] a consecuencia del hambre, la tortura, el trabajo forzado, etc.

El corpus de la escritura histórica sobre la insurgencia campesina en la India colonial se compone de tres tipos de discursos. El primario, el secundario y el terciario.[5] Se diferencian por el grado de identificación formal con el punto de vista oficial, por el tiempo en que transcurre el acontecimiento y por lo que integra la narrativa.

“El discurso primario es meramente oficial, es decir, provienen de fuentes vinculadas a la parte pública del estado (soldados, agentes, burócratas, empleados del estado, etc) en el sentido amplio del término. Esto es, proviene no sólo de burócratas, soldados, detectives y demás personas directamente empleadas por el gobierno, sino también de aquéllos pertenecientes al sector no oficial que tenían una relación simbiótica con el Raj, como colonos, misioneros, comerciantes, técnicos,
etc., entre los blancos, y terratenientes, prestamistas, etc., entre los nativos. También era oficial en la medida en que estaba destinado principalmente al uso administrativo: para proporcionar información al gobierno, para la realización de acciones por parte de éste y para la determinación de sus políticas […] su producción y circulación estaban supeditadas necesariamente a las razones de Estado.
Otra característica de este primer tipo de discurso era su inmediatez, lo cual era posible porque las manifestaciones de este tipo se escribían durante o un poco después del acontecimiento, puesto que lo hacían los mismos participantes, ya sean como actores y observadores.

El segundo tipo de discurso da continuidad al primero y se lo denomina como producto procesado. La diferencia entre primer y segundo discurso radica en la función del tiempo, pues este segundo caso ya no es inmediato y transforma los acontecimientos en historia. Este discurso es el más valorado, pues de alguna manera se considera más parcial al tratarse de un relato más allá de la relación personal con el acontecimiento.[6]

“Los componentes de ambos discursos el autor los denominará segmentos, los cuales serán confeccionados con el mismo material lingüístico, es decir, conjunto de palabras que pueden designarse según su función (indicativos e interpretativos), lo cual dentro del texto tienen como rol informar y explicar.”[7] 

Guha para relacionar el tercer tipo de discurso se apoya en las construcciones historiográficas de dos autores: Hunter y Ray, quienes ejemplifican segundo y tercer discurso respectivamente.

El discurso terciario, se encuentra, temporalmente, aún más distante del acontecimiento y lo trata en tercera persona; es una obra de autores que no tienen obligación de representar el punto de vista del gobierno aun cuando hayan sido antiguos funcionarios de este.[8]

Dentro de este tipo de discurso se encuentran varios géneros, siendo la perspectiva de izquierda radical con el que más se identifica. Se trata de un literatura histórica que se esfuerza por separarse de los parámetros de la contra insurgencia, así adopta una posición opuesta y se pone de parte del insurgente, dejando de lado los significados y la interpretación que le daban a los protagonistas:

“…de manera que los protagonistas surgen del despacho no como campesinos  sino como “Insurgentes”, no como un musulmán sino como un “fanático”; su acción no es una resistencia ante la tiranía de la élite rural sino “las más atrevidas y desenfrenadas atrocidades contra los habitantes”; su proyecto no es una revuelta contra los zamindares, sino un “desafío a la autoridad del Estado”, no es la búsqueda de un orden alternativo en el que la paz del campo no sea violada por la anarquía (oficialmente
tolerada) de un sistema de tenencia de la tierra semifeudal basado en los terratenientes, sino como la “perturbación de la tranquilidad pública”.[9]  Por lo tanto, podemos decir que un insurgente no es sujeto de comprensión o interpretación sino de exterminio, y el
discurso de la historia, lejos de ser neutro, sirve directamente para “instigar la violencia oficial”.[10]

Conocer la causa de un fenómeno ya es un paso tomado en la dirección de controlarlo. Investigar la causa de los disturbios rurales y, por lo tanto, comprenderla constituye una ayuda para medidas “que se juzguen necesarias para prevenir una recurrencia de desórdenes similares”.[11]

“Para Hunter los disturbios tuvieron su origen en una enfermedad local en un cuerpo que en lo demás estaba sano: la falla de una administración distrital para estar a la altura del ideal, entonces en surgimiento, del Raj como el ma-baap [madre patria] del campesinado y protegerlo de la tiranía de los elementos perversos dentro de la sociedad nativa misma. Para Ray fue la presencia misma del poder británico en la India lo que incitó a los santales a rebelarse, pues sus enemigos, los terratenientes y los prestamistas, debían su autoridad e incluso su existencia a los nuevos arreglos en la propiedad de la tierra introducidos por el gobierno colonial y el acelerado desarrollo de una economía monetaria bajo su impacto.”[12]

El aspecto religioso dentro de la insurgencia india, se hace imprescindible para su comprensión, pues poder y religión se hacen inseparables, en la creencia de que su propósito es la afirmación de una voluntad divina.

Frente a esto, tanto Hunter como Ray rechazan la conciencia política campesina cuando está mediada por la religiosidad, identifican una manipulación por parte de los líderes mediante esta, pero en el tercer tipo de discurso Ray va más lejos: sin pruebas atribuye mentira y engaño a los líderes insurgentes en una construcción muy suya. Ray al no lograr comprender el fenómeno religioso desde su propia lógica se ve en la necesidad de racionalizar las ambigüedades de las políticas rebeldes, termina atribuyendo falsedad deliberada a uno de los más grandes rebeldes indios y malinterpreta la conciencia insurgente.[13]

Sin embargo, no es tan sólo el elemento religioso de la conciencia rebelde lo que esta historiografía no logra comprender. La especificidad de una insurreción rural se expresa en términos de muchas otras contradicciones, que también se excluyen. “Enceguecido por el deslumbramiento de una conciencia perfecta e inmaculada, el historiador sólo ve, por ejemplo, solidaridad en el comportamiento rebelde y no logra ver su Otro, esto es, la traición. Comprometido inflexiblemente con la noción de insurgencia como un movimiento generalizado, subestima el poder de los frenos que ponen el localismo y el territorialismo.
Convencido de que la movilización de un levantamiento rural procede exclusivamente de una autoridad originada en su totalidad en la élite, tiende a hacer caso omiso de la actuación de muchas otras autoridades dentro de las relaciones primordiales de una comunidad rural. Prisionero de abstracciones vacías, el discurso terciario, incluso el de tipo radical, se ha apartado de la prosa de la contrainsurgencia, hasta ahora, sólo por la declaración de una postura política”.[14]

Bibliografía:

GUHA. La Prosa de la contrainsurgencia. Tomado de: http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/Mexico/ceaa-colmex/20100410113135/guha.pdf el 21 Septiembre 2015. 

DIAZ, Ivonne y CRUZ, Viviana. Reseña. La prosa de la contrainsurgencia. Individuo y sociedad. 20 Julio 2007. Tomado de:  http://conflictoindividuoysociedad.blogspot.com.co/2007/07/la-prosa-de-la-contrainsurgencia.html el 28 de Septiembre 2015.

Ranajit Guha. Wikipedia. Tomado de: https://es.wikipedia.org/wiki/Ranajit_Guha el 27 de Septiembre 2015.



[1] Ranajit Ruha. Wikipedia. Tomado el: 27 de Septiembre 2015
[2] GUHA. La prosa de la contrainsurgencia. Tomado de: http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/Mexico/ceaa-colmex/20100410113135/guha.pdf el 21 Septiembre 2015. Pág. 2
[3] Ibidem.
[4] Ibidem. Pág. 3
[5] Ibidem. Pág. 4
[6] DIAZ, Ivonne y CRUZ, Viviana. Reseña. La prosa de la contrainsurgencia. Individuo y sociedad.
[7] Ibidem.
[8] Ibidem.
[9] GUHA. La prosa de la contrainsurgencia. Tomado de: http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/Mexico/ceaa-colmex/20100410113135/guha.pdf el 21 Septiembre 2015. Pág. 13
[10] Ibidem. Pág. 19.
[11] Ibidem. Pág. 27
[12] GUHA. La prosa de la contrainsurgencia. Tomado de: http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/Mexico/ceaa-colmex/20100410113135/guha.pdf el 21 Septiembre 2015. Pág. 28
[13] DIAZ, Ivonne y CRUZ, Viviana. Reseña. La prosa de la contrainsurgencia. Individuo y sociedad.
[14]GUHA. La prosa de la contrainsurgencia. Tomado de: http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/Mexico/ceaa-colmex/20100410113135/guha.pdf el 21 Septiembre 2015.  Pág. 36

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