Waili Tatiana Gamboa
Martínez.
“Felipe
Fernández-Armesto Nació en Londres en 1950 y estudió Historia en la
universidad de Oxford, en cuya Facultad de Historia Moderna desarrolló su
carrera profesional de 1981 a 2000, cuando se trasladó a la Universidad
de Londres para ocupar la cátedra de Historia Mundial y
Medioambiental del Queen Mary College. Ha sido también profesor o
conferenciante invitado en otras prestigiosas universidades e
instituciones de investigaciones superiores, como el Instituto
Holandés de Estudios Avanzados, la Library of Congress, y las
universidades de Harvard, Brown, Minnesota, Pennsylvania y
Edinburgo, y ha recibido numerosos premios de investigación. Entre su
anundante obra, traducida a veintitres idiomas, destacan Colón (1992), Antes de
Colón (1993), Millennium (1995), Civilizaciones (2002) e Historia de la
comida (2004). En la actualidad ejerce la cátedra Príncipe de Asturias de Tufts
University, Boston, Massachusetts”.[1]
En este capítulo, Felipe Fernández-Armesto explica
las diferentes maneras de entender el continente americano, llamando la
atención en su heterogeneidad.
Los americanos mantiene un debate constante sobre la
denominación “americanos”. Por un lado, los canadienses se quejan de que los
Estados Unidos se tomó el apelativo de americanos para ellos, para los
suramericanos, a los de EE.UU los llaman norteamericanos, olvidando a los
canadienses y los otros nombres que reciben los americanos como anglos, afros,
indios, latinos, caucasianos hacen referencias a otros continentes.[2]
En otra época sin embargo, América fue simplemente el
“Nuevo Mundo”, y se concebía como algo homogéneo y precisamente por eso se
hablaba de América en singular. El Nuevo
Mundo era entendido por los primeros exploradores y cartógrafos como una
unanimidad.
Inicialmente, ni el mismo Cristóbal Colón creía que
había llevado a un nuevo continente, pues consideraba al mundo muy pequeño, sin
embrago, gracias al Renacimiento la idea de un nuevo continente fue ganando
reconocimiento, pero las fallas a la hora de cartografiar hizo que se impusiera
la idea de América como unanimidad, además, para Felipe Fernández-Armesto “las mentes del Viejo Mundo se resistían a
aceptar la dimensión y complejidad de América”.[3]
Esta idea de América como una sola unidad logró
incluso hacer que algunos pueblos indígenas llegarán a compartir esta visión
impuesta por los extranjeros, desarrollando un sentido de solidaridad entre
pueblos que incluso antes eran enemigos.[4]
La historia ahora se ha encargado de desmentir la
visión unitaria de América. Todavía en el continente existen indígenas que no
perdieron sus identidades precoloniales o que las han ido recuperando. En el
caso de los EE.UU el hemisferio está compuesto por identidades de emigrantes.[5]
De América podemos decir incluso que trasciende lo
geográfico, pues Felipe Fernández-Armesto expone la idea de que el continente
se adentra o cruza el Atlántico y el Pacífico, preguntándose hasta qué punto
Groelandia y las Bermudas que están ubicados en el Atlántico se pueden
considerar entonces como parte de América, o incluso Irlanda que ha compartido
tanto históricamente con el Nuevo Mundo, o Filipinas, que fue
administrativamente de los Españoles.[6]
América entonces suelen aparecer dividida en dos, en
América del Norte compuesto por EE.UU y de manera marginal Canada y el resto
del continente “y todo aquello que se
quiera inlcuir”.[7]
Los geógrafos suelen incluir en América del Norte a
México, pero cuando se utiliza el término “norteamerica” para transmitir
sentido de unidad cultural se deja por fuera a México, pero por ejemplo Florida
y gran parte del sudoeste de EE.UU pertenece a América Latina, lo mismo que el
territorio de Puerto Rico.[8]
Sin lugar a dudas una fuerte idea en América es que culturalmente en continente
se divide en dos, la angloamericana y la latinoamericana.
Felipe Fernández-Armesto habla de una tentación
excepcionalista, para él todos los pueblos se consideran excepcionales, y esto
es precisamente e irónicamente algo que todos tiene en común.
Muchas de las supuestas virtudes del excepcionalismo
estadounidense, como la creación de riqueza, democracia, igualdad de
oportunidades, el culto a la libertad civil, la tradición de tolerancia o lo
vicios, como el “capitalismo-basura”, los excesivos privilegios de los ricos,
el liberalismo selectivo, el estancamiento de la política, etc, son
características comunes en muchas sociedades modernas, sin embargo la
intensidad con que están concentradas en EE.UU
hace que este país sea excepcional y por lo tanto representativo.[9]
Este hábito de considerar a EE.UU y a Canadá separados
del resto del continente es por un accidente histórico, pues durante los siglos
XIX y XX mientras el resto del
hemisferio se estancaba en la economía preindustrial y la política
predemocrática, EE.UU y Canadá experimentaron una expansión territorial y una
rápida adaptación a las cambiantes condiciones de la economía global y
estabilidad política. Mientras que los países latinoamericanos atravesaban por
dictaduras y no tenían la capacidad de sacar provecho a sus recursos
económicos.[10]
Biografía:
·
Casadellibro.com. Felipe
Fernández-Armesto. Tomado de: http://www.casadellibro.com/libros-ebooks/felipe-fernandez-armesto/9716 el 23 de
Febrero 2016.
FERNÁNDEZ-Armesto,
Felipe. Las Américas. Historia de un
hemisferio
[1] Casadellibro.com. Felipe
Fernández-Armesto. Tomado de: http://www.casadellibro.com/libros-ebooks/felipe-fernandez-armesto/9716 el 23 de Febrero 2016.
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