sábado, 6 de julio de 2013

Las mujeres Zapatistas y sus procesos alternativos de justicia.

Por: Waili Tatiana Gamboa Martínez.

Los llamados procesos alternativos de justicia, que hacen parte del derecho consuetudinario, en justicia ordinaria y constituyen el equivalente al  derecho mayor indígena, nacen en respuesta a las políticas de exclusión, racismo y falta de acceso a la justicia del Estado, pero también como respuesta a las nuevas políticas estatales de reconocimiento a la diversidad.

La Ley Revolucionaria de las Mujeres Zapatistas, fue sin duda la inspiradora de muchos procesos organizativos de mujeres indígenas en México, las cuales se sintieron identificadas con varios de los derechos planteados, en especial los referidos a la tierra, a la participación política y contra la violencia en las relaciones de género, entre otros.
Las mujeres son en gran medida quienes en diferentes momentos del ciclo familiar se ven afectadas por relaciones de subordinación que suelen implicar violencia física y verbal. Las mujeres no son sólo víctimas de la violencia o de situaciones que las subordinan; en ocasiones ellas mismas reproducen comportamientos violentos hacia sus maridos, pero sobre todo hacia otras mujeres.

En medio de este proceso está el cuestionamiento, especialmente hecho por parte de las mujeres de los “usos y costumbres”, dónde ponen en debate temas en torno a las políticas de reconocimiento de la diversidad cultural, la justicia y los roles de género que producen desigualdades y que se encuentran inscritas en normas y costumbres instituidas.

Las mujeres indígenas construyen un discurso sobre la equidad de género, y proponen nuevas experiencias de justicia indígena que permitan la participación de las mujeres. Ellas, buscan analizar prácticas de su cultura que consideran dañinas con el fin de transfórmalas desde sus “horizontes culturales”.  “Las mujeres indígenas están ante el reto de construir propuestas alternativas para enriquecer las reivindicaciones indígenas”[1].

El sentido del debate está en pensar cómo construir relaciones más sanas en donde los roles de género no justifiquen la opresión y afecten la dignidad de las mujeres.

Llama la atención la continua interacción de las instancias judiciales del Estado, con la de las comunidades, lo que hace imposible hablar de una justicia indígena totalmente al margen de la justicia estatal. Esto significa que el derecho indígena se ha construido en esa relación de tensión y conflicto con el derecho estatal, a través de procesos ínterlegales, es decir, de mutua constitución entre la ley y las costumbres[2]. En varias regiones las mujeres acuden a las instancias de la justicia estatal, sobre todo cuando en las locales no se sienten satisfechas o consideran que por ser una autoridad patriarcal no se hace justicia.

Sin embargo, a pesar de que la justicia tradicional y estatal parecen ser opuestas, continúan teniendo aspectos culturales opresivos con las mujeres y refuerzan una visión patriarcal de los roles de género, definiendo jerarquías, poderes y valoraciones culturales.

María Teresa Sierra se pregunta qué alternativas tienen las mujeres para discutir sus relaciones de género y poder transformarlas. Sin duda, estas alternativas son limitadas, sin embargo, paulatinamente como resultado de un proceso organizativo y pedagógico, se ha ido generando un discurso sobre la posibilidad de cuestionar ciertas costumbres que las mujeres consideran dañinas. En esto el lenguaje de los derechos constituye un referente central para pensar el cambio y la redefinición de las costumbres.

las mujeres  están proponiendo alternativas para construir nuevas relaciones con sus hombres y para esto apelan al discurso comunitario de la “complementariedad”.

La participación de las mujeres indígenas, sobre todo en lo que respecta a la participación política, sigue encontrando resistencia por parte de las comunidades, sin embargo muchas se han fortalecido más y han conseguido participar en otros espacios. Tal es el caso de mujeres que han accedido a ámbitos de poder local participando como regidoras en los municipios, al frente de mayordomías religiosas e incluso como presidentas municipales. [3]

En el caso del EZLN, la participación de las mujeres ha sido una de las características que distinguió al movimiento desde los inicios de la rebelión. La participación clave de éstas en la estructura militar del EZLN, así como las intervenciones centrales de mujeres comandantes en diferentes espacios políticos, confirman que se trata de un movimiento innovador y de gran importancia simbólica para las indígenas.

La participación de las mujeres en los espacios públicos, sin embargo, no garantiza el cambio de las ideologías de género y de ciertas prácticas y costumbres que violentan su dignidad, lo que necesariamente es parte de un trabajo a largo plazo.

La propuesta de las mujeres son claramente expresadas en las palabras de una dirigente indígena pronunciadas en el Congreso Nacional Indígena en Nurío, Michoacán, durante la Caravana Zapatista en marzo de 2001: “Nosotros como pueblos indígenas necesitamos garantizar el respeto a la integridad y dignidad de las mujeres. Dado que el principio de dualidad y complementariedad caracteriza a nuestra cultura, es totalmente justo y necesario que las mujeres participen en todas las decisiones de la comunidad, en el nivel local y regional. Demandamos la participación total de las mujeres, es la única manera para que nuestras comunidades crezcan en justicia y equidad […] las mujeres indígenas están analizando algunas tradiciones comunitarias, principalmente aquellas que segregan a las mujeres y limitan su participación en la esfera pública, dentro y fuera de las comunidades”[4]

La nueva justicia indígena no apunta a una justicia indígena tradicional, que busque recuperar el pasado para quedarse en él, sino a crear un proyecto que recoja la tradición y construya una propuesta contemporánea.

No es fácil trastocar ideologías de género arraigadas, pero se están abriendo opciones para discutir el impacto negativo de ciertas costumbres, especialmente la violencia. Los procesos son lentos, pero ya hay un camino, habrá que evaluarla para ver la manera como el juzgado está realmente abriendo horizontes para construir una justicia plural con equidad de género.

Bibliografía:

ARDILA AMAYA, Edgar, VV.AA. II Conferencia internacional justicia comunitaria. Memorias construir democracia hoy. Otra justicia es posible. (Capítulo: Diversidad cultural, géneroy derechos: retos para la justicia indígena). Red de Justicia Comunitaria y Tratamiento del Conflicto. Bogotá, 2005





[1] VV.AA.II Conferencia internacional justicia comunitaria. Memorias construir democracia hoy. Otra justicia es posible. (Capítulo: Diversidad cultural, géneroy derechos: retos para la justicia indígena). Red de Justicia Comunitaria y Tratamiento del Conflicto. Bogotá, 2005. Pág. 207
[2] Ibídem pág. 209
[3] Ibídem pág. 214
[4] Ibídem pág. 217

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